El retorno de Alfredo Jaar a Chile da para un lugar en el Ranking ED y mucho, pero mucho más. Él es, por lejos, el artista visual chileno más valorado en la escena internacional. En Artfacts.net, un sitio web de arte contemporáneo que entrega datos sobre el mercado, entre otras cosas, están rankeados más de 90 mil artistas de todos los tiempos de acuerdo a sus exhibiciones, presencia en medios y ventas; y Jaar aparece en el Top 100, junto a Andy Wharhol, Joan Miró y Pablo Picasso.
Tras ocho años de ausencia, volvió a exponer en Chile el año pasado, en la galería Patricia Ready. Más de 15 mil personas fueron a ver la muestra: The Sound of Silence. En un cubo de metal, Jaar relató la historia de Kevin Carter y la foto que cambió su vida para siempre. El fotógrafo capturó la imagen de una niña famélica en Sudán acechada por un buitre, foto por la que ganó un Pulitzer en 1994. Tanto ha sido el éxito, que esta exposición ha sido mostrada 24 veces en 18 países y en 10 idiomas distintos y era primera vez que se presentaba en América Latina. “Fue un orgullo mostrar este trabajo que además tiene un fuerte contenido y que invita al espectador a una profunda reflexión, nadie salió de la exhibición sin cuestionarse”, comenta la galerista, quien además destaca que fue un acierto presentar la muestra meses después de que Jaar recibiera el Premio Nacional de Arte 2013. Y es verdad, la muestra conmueve, a algunos hasta las lágrimas. Con una serie de recursos audiovisuales y el relato que el artista logra armar, The Sound of Silence logra remecer y despertar todo tipo de sensaciones. “Claramente son cosas que hoy necesitamos que de cierta forma son tremendamente espirituales, Chile hoy día necesita de eso y para mí esta muestra fue un regalo a mi país”, concluye Patricia Ready.
Casi como cuento repetido, Alfredo Jaar se radicó en Nueva York en 1982 y el mundo lo reconoció antes que Chile. De profesión arquitecto, antes de emigrar presentó acá la obra Estudios sobre la Felicidad, una intervención –claramente política– donde preguntó durante dos años a los chilenos si eran felices o no, además de usar espacios publicitarios para plantar la pregunta: ¿Es usted feliz? La obra tuvo impacto, pero como Jaar no pertenecía al circuito artístico de la época (no había estudiado en la universidad), fue tratado con indiferencia y su trabajo no tuvo buena recepción. Así, decidió probar suerte afuera. Allá volvió a hacer de las suyas: en 1987 en pleno Times Square proyectó en una pantalla gigante el mapa de Estados Unidos con la frase “This is not America”. Tuvo tanto eco, que incluso aparece en los libros escolares para que los niños aprendan que Estados Unidos se ha apropiado de una palabra que pertenece a un continente entero. El año pasado esta obra se volvió a presentar, esta vez, simultáneamente en 45 pantallas en el mismo lugar. A Jaar no le tomó mucho tiempo ganarse el reconocimiento de sus pares y del público en Estados Unidos y el mundo. Su obra e ingenio capturaron las miradas de inmediato, pero en Chile sólo fue reconocido después del 2006, cuando en la Fundación Telefónica se hizo una retrospectiva de su obra.
Ha participado en las bienales de Venecia, Sao Paulo, y en Kassel, Alemania; expuesto individualmente en los museos más importantes del mundo y su trabajo es parte de las colecciones del MoMA y el Guggenheim en Nueva York, el MCA en Chicago, el Moca y Lacma en Los Angeles, la Tate en Londres, el Centro Georges Pompidou en París, el Reina Sofía en Madrid, del Moderna Museet en Estocolmo, y una docena de otras instituciones y colecciones privadas alrededor del mundo. Ha realizado más de sesenta intervenciones públicas y se han publicado más de 50 monografías acerca de su trabajo.
Su obra más importante nos traslada a África. En 1994 el genocidio en Ruanda dejó más de 800 mil muertos y cerca de dos millones de desplazados. Frente a la frialdad e indiferencia con que se mostraba en las noticias, Jaar decidió ir a ver lo que pasaba. Con más de 3 mil fotografías, el artista chileno construyó un duro testimonio sobre la masacre en 19 obras que se han mostrado en el mundo entero. Para Jaar, la crudeza del resultado de este proyecto fue un punto de quiebre, marcó un antes y un después en su carrera. “Me avergoncé de ser humano”, dijo.
Es que a Jaar no le interesa el arte en sí mismo, sino lo que puede provocar con él. No quiere llegar a un grupo selecto de personas, sino que a una audiencia lo más masiva posible. Y no se encierra en su intelecto para crear, en cambio busca afuera: lee, está atento a las noticias, investiga, recorre el mundo. Para él, el arte sin contenido político, sin critica social, es sólo “decoración”. Y para nosotros, su visión del mundo y su propuesta son tan grandes, que sólo queda esperar para ver con qué nos sorprenderá la próxima vez.