«¡Una dueña de casa nunca va a poder ser fotógrafa!”. Directas y sin anestesia fueron las palabras del mismísimo Bob Borowicz al ver el trabajo de una joven Paz Errázuriz. Era la década del 70 y Paz comenzaba a dar sus primeros pasos en la fotografía, un poco siguiendo sus instintos y también por necesidad. Egresada de Educación del Cambridge Institute of Education en 1966 y de la Universidad Católica de Chile en 1972, Paz había destinado algunos años a ejercer su profesión, pero al poco tiempo se quedó sin trabajo. No le quedó otra que tomar su cámara y empezar a hacer retratos familiares para ganarse la vida, mientras que de forma paralela desarrollaba un nuevo proyecto que la tenía más que entusiasmada: un libro infantil donde la protagonista era una gallina japonesa de nombre Amalia. La idea era ilustrarlo completamente con fotos de este personaje que circulaba libremente por su casa. Fue en ese momento que acudió donde el conocido fotógrafo polaco para pedirle su opinión, sin imaginar la insólita respuesta que recibiría. “Partí súper estimulada”, cuenta muerta de la risa. “Uno queda espantada con el machismo y misoginia, con el cuento de nosotras mujeres siempre en un lado menor”.
Pero ni las palabras de Borowicz ni los toques de queda de la época fueron capaces de aplacar sus ganas de seguir adelante por el camino de la fotografía. No tuvo ningún tipo de preparación académica, sólo la práctica y la lectura de cuanto libro encontró en el camino, hasta que en 1993 se perfeccionó en el International Center of Photography de Nueva York. Ensayo y error… hasta que de a poco se soltó, dio con un estilo que la representaba y por sobre todo, con una temática que la marcaría para siempre. A través de la fotografía documental, Paz ha sacado a la luz a personajes que, según el crítico de arte Justo Pastor Mellado, “limitan con la estructura social”, como es el caso de los travestis, personajes circenses, boxeadores o los enfermos de un hospital psiquiátrico. De esa realidad que a la mayoría le incomoda y simplemente no quiere ver. Según Paz, a ellos llega a través de sus propias obsesiones. “Mi trabajo ha consistido en buscar los espacios ‘en off’ de la cultura dominante, es decir, aquellos espacios ‘ex–céntricos’, o sea, fuera del centro”. Con una capacidad única, Paz entra en cada una de sus vidas e historias, haciéndose cómplice y parte de ellas para lograr retratarlos en su intimidad y cotidianidad. Aquí no hay poses forzadas, escenas armadas ni retoques posteriores. Es un proceso generalmente largo, no por la fotografía en sí, sino por el riguroso estudio previo que hace, para así entender mejor cada una de sus realidades tan particulares.
Los 80 marcarían el comienzo de una carrera exitosa y especialmente comprometida con la sociedad. Fue durante esos años que fundó junto a otros fotógrafos la Asociación de Fotógrafos Independientes (AFI). “Era una forma de protegernos de la represión, porque había mucha violencia hacia los fotógrafos, periodistas y reporteros. Por otro lado, fue de los primeros encuentros de fotógrafos en Chile y ahí empieza asentarse el profesionalismo, ahí la fotografía se convierte en nuestra profesión. Eso fue muy importante y ha servido de modelo para toda la fotografía joven”. Pero además, fue en este periodo que empezó a exponer sus trabajos, siendo la serie Personas su primera exhibición individual en 1980. Dos años después comenzó a desarrollar un nuevo proyecto, probablemente el más emblemático y polémico de su carrera. Durante cinco años, Paz se internó en el mundo travesti para retratar la vida de los hermanos Evelyn y Pilar, y su madre Mercedes Sierra, en el prostíbulo La Jaula de Talca. La Manzana de Adán se exhibió en la galería Ojo de Buey en 1989, siendo totalmente ignorada por los medios de la época. Como si fuera poco, cuando al año siguiente se publicó el libro con textos de la periodista Claudia Donoso, logró vender sólo una copia. La fuerte censura que reinaba por esa época no impidió que otros artistas vieran su gran potencial y fue así como el 25 de mayo de 1990 se estrenó la obra del mismo nombre, dirigida y protagonizada por el actor Alfredo Castro, provocando también gran revuelo en una sociedad poco acostumbrada a tratar estas temáticas. Quién iba a imaginar que más de 20 años después, esta misma serie sería expuesta en la galería Saatchi de Londres y más tarde, la Tate Modern Gallery la integraría a su colección permanente.
De ahí en adelante vendrían nuevas propuestas, todas igual de impactantes y sorprendentes, como Los Nómadas del Mar, para la que recorrió la Patagonia Occidental y fotografió a los últimos kawésqar; La Batalla contra el Ángel, realizada en un gimnasio de Santiago Centro, donde los boxeadores no son retratados en acción, sino fuera del ring; El Infarto del Alma, que la llevó a aventurarse en el Hospital Psiquiátrico de Putaendo para conocer a las parejas que se forman entre los pacientes. Tanto en este último como en cada uno de sus proyectos, Paz reconoce que se ha dado un compromiso y una relación tan fuerte con los personajes que le resulta muy difícil pensar en el momento de terminar. “Ahí –en el Psiquiátrico– todos me decían tía y eso puede demostrar cierto lazo o vínculo que se establece. Pasé tanto tiempo ahí que finalmente uno se transforma en parte del equipo y eso siempre beneficia todas las relaciones. Es muy tremendo para mí terminar los trabajos, es como una culpa muy grande por abandono”. Tan humana es su forma de trabajar, que le ha permitido formar lazos de amistad y mantenerse en contacto con muchas de esas personas.
Pero son sus más recientes exposiciones las que la tienen hoy como la ganadora de nuestro ranking en la categoría Mejor Fotógrafo: Mujeres/1992 en la galería AFA y Poéticas de la disidencia en la Bienal de Venecia 2015. La primera de ellas es más bien una radiografía a la mujer chilena. “En el año 1992, Paz recorrió el país de norte a sur, para retratar la mujer en Chile. Se arma una serie etnográfica que muestra la sociedad femenina de vuelta a la democracia y también al final del siglo XX. Algunas de las retratadas lo vivieron casi entero, otras son mujeres mucho más jóvenes. Todas están en una puesta en escena propia, para lograr sintetizar su esencia. Mujeres profesionales, políticas, del mundo de la cultura, mujeres religiosas; todas están expuestas de la misma manera. Un montaje lineal que parece la línea del tiempo, y la extensión del país, en este año 1992”, explica Elodie Fulton, directora de galería AFA. Poéticas de la disidencia, en tanto, correspondió principalmente a un trabajo curatorial de Nelly Richard, quien conovocó a Paz junto a Lotty Rosenfeld para participar de la muestra. Según Richard, las obras de ambas “incorporan a sus campos de visión las huellas contextuales de un trayecto histórico y político: del Chile de la dictadura militar al Chile de la postransición democrática”. En esta ocasión, la curadora eligió fotos de las series La Manzana de Adán, El Infarto del Alma y La Luz que me Ciega; esta última es la única a color de la fotógrafa.
Pero el año no ha terminado para Paz. Además de haber ganado el premio PhotoEspaña 2015 y de estar exponiendo durante estos días en la galería D21, está afinando los últimos detalles de una retrospectiva organizada para diciembre por la Fundación Mapfre en Madrid. “Son 180 fotos de diferentes formatos, en las que estamos trabajando con Juan Vicente Aliaga, curador de la muestra. En este momento está Josef Koudelka, uno de mis autores favoritos, y después vengo yo”. Un tremendo honor para ella.
Un 2015 más que redondo para una de las más importantes fotógrafas de nuestro país, quien dice abiertamente que no tiene problema en recibir reconocimientos y que, incluso, le acomoda. “Yo creo que está bien que a uno le den un premio, me parece estupendo después de tantos años de trabajo”, reconoce entre risas.