El 2013 ha sido el año de la consagración del diseñador Azzedine Alaïa. Una gran exposición para la reapertura del Palais Galliera (el museo de la moda de París) que presenta las creaciones más importantes de su carrera y una nueva boutique en la Avenida Marignan –un showroom confidencial en donde sólo recibe a sus clientes con cita previa– son los focos donde tiene puesta su atención hoy. Tunecino de origen, Azzedine Alaïa llegó a París en 1957 y vistió a muchas clientas del tout Paris, desde Greta Garbo a Claudette Colbert, Mathilde de Rothschild y Louise de Vilmorin. Pero no se sabe mucho más: se fía poco de los periodistas y trabaja muy en secreto, a su ritmo, sin plegarse a las tendencias ni al calendario desenfrenado de los desfiles. Su método es el de presentar sus colecciones en la mayor intimidad para una clientela muy selecta y sólo cuando están listos en su propio showroom bajo la gran galería de vidrio. Actualmente, este mostruo sagrado de la moda francesa se impone más que nunca y brilla bajo el reflejo de los proyectores. Tal vez es el último gran couturier de una generación que desapareció con Yves Saint Laurent.
Su trabajo lo realiza en un complejo industrial del siglo XVIII en el barrio parisino de Le Marais, que funcionaba como depósito de un gran almacén. Tres edificios como un laberinto que se conectan por medio de pasarelas o escaleras que se rehabilitaron derribando muros, cambiando el tejado y conservando las vigas y las estructuras metálicas originales, así como las puertas y ventanas. Este palacio de vidrio y ladrillo es para él todo a la vez: departamento privado, atelier y boutique. No obstante la gran transformación original –que se realizó con la complicidad de obras de artistas contemporáneos como Julian Schnabel–, Alaïa no dejó de efectuar cambios: primero en boutique y estudio de creación, luego en vivienda y, con los años, en un exclusivo y solicitado Bed & Breakfast bautizado con el nombre de 5 rue de Mousy.
Todo esto ha sido consecuencia de la pasión de Alaïa por el diseño y de su afán coleccionista. “Adoro los muebles de Pierre Paulin y los de Jean Prouvé, que compro desde hace tiempo en dos galerías parisienses, Patrick Seguin y Kreo”, explica. Su importante colección de muebles de los años 50 se combinan muy bien con el diseño contemporáneo y de vanguardia de Marc Newson –diseñador que conoció en la primera exposición que presentó Carla Sozzani en Milán– y con las obras de Martin Szekely o de los hermanos Bouroullec. “Soy muy sensible al trabajo de los diseñadores y artistas y creo tener mucha más afinidad con el trabajo de ellos que con el de cualquier otro creador de moda”.
Alaïa es un purista y artesano de la creación, inventor de una moda segunda piel y el ídolo de las más bonitas maniquís del mundo. Tal vez Naomi Campbell sea la que más representó sus modelos, ya que comenzó a desfilar para él cuando solo tenía 16 años; durante octubre fue portada de muchas revistas de gran prestigio justamente con ropa de Alaïa. Contrariamente al lujo llamativo, el estilo refinado de Azzedine Alaïa sigue tirunfando a nivel mundial. Se dice que una prenda de Alaïa es el equivalente al de una cartera de Hermès… o sea, para toda la vida. En cuanto a su propio look, siempre se le ve vestido de negro, con un uniforme de trabajo de China del cual asegura tener varios centenares. Exactamente el número que se necesita para vestirse durante toda una vida.