La increíble luz natural que llega a través de los grandes ventanales de este loft en el Soho, en Nueva York, fue lo que hizo que su dueña, la diseñadora Harriet Maxwell, se enamorara del lugar. Construido en 1860, el espacio solía ser el taller de una ceramista que había dividido todo el piso para poder trabajar y vivir en un solo lugar, así es que después de comprarlo Maxwell tuvo que empezar un proceso de renovación para poder adaptarlo a su vida en familia, junto a su marido y sus 3 hijos. “Quisimos mantener el carácter original. No había ningún ángulo recto exacto en el espacio, pero en vez de realinear todo y hacer que se viera como una caja moderna, decidimos seguir adelante con estas imperfecciones porque es lo que le da su encanto”, cuenta Harriet.
Aunque botaron paredes para mantener el loft lo más abierto posible, instalaron calefacción central y agregaron varios baños, trataron de usar los techos y muros originales en la mayoría de los espacios. Para el piso, la idea era restaurar los originales, pero después de mucho esfuerzo (y gasto, por supuesto), tuvieron que desistir y reconocer que era una misión imposible. Decidieron entonces instalar una de las alternativas más baratas: pisos de pino a los que aplicaron un tratamiento especial para que quedaran con ese look medio vintage que recorre todo el loft.
Hace 15 años, Harriet fundó Ochre, una compañía de diseño, junto a una amiga, y desde entonces sus trabajos se han caracterizado por el impecable uso del color, siempre inspirados en la naturaleza, y también por el uso de materiales de calidad excepcional. Por eso, no es de extrañar que la decoración haya sido un tema importante en esta casa. “Queríamos mantener el espacio cálido y cercano, así es que nos enfocamos en una paleta de colores neutra, usando grises claros y cafés”, dice. Estos colores se repiten en todo el piso, dándole continuidad y un estilo muy “Ochre”.
Además de usar piezas de su propia firma, Harriet agregó detalles que ha ido recolectando a lo largo de la vida, como un armario que compró en una feria de las pulgas en París, y otros que diseñó especialmente para esta casa, como la cama de la pieza principal.
Para ella, este es el lugar perfecto: acá puede vivir con sus hijos chicos, tener reuniones de trabajo y convidar a amigos. Y aunque está en uno de los barrios más movidos de Nueva York, con tiendas, galerías de arte y panoramas a la vuelta de la esquina, estar acá es realmente como escaparse de toda esa locura. Los detalles cálidos y unos pocos toques de color son suficientes para transportar a cualquiera.