La casa Bakhéa -que en euskera significa paz- fue construida en 1902 por el duque de Tamames, sobrino del rey de España. La arquitectura, de estilo vasco francés, también tiene influencias más sutiles británicas y españolas, ya que su noble dueño se había casado con una aristócrata inglesa descendiente de María Estuardo. La construcción vivió años de gloria y otros de abandono hasta que sus nuevos propietarios, una pareja con dos hijos, decidieron darle nueva vida. Para ello acudieron a los arquitectos parisinos Dorothée Boissier y Patrick Gilles, que ahora mismo están enfrascados en obras como el hotel Baccarat en Nueva York (que abre sus puertas en febrero del 2015) o el Mandarin Oriental de Marrakech, sin contar todas las boutiques Moncler en el mundo.
Lo que sorprende apenas uno entra a esta casa es la presencia de la madera oscura que contrasta con las paredes blancas. Este era el estilo début du siècle en Biarritz, que también evocó Coco Chanel al abrir en 1915 su primera boutique en el ya famosísimo balneario. «Fue un desafío explorar una vivienda histórica y modernizarla. Era importante conservar la memoria de las cosas y componer a partir de los elementos existentes», dice Gilles.
Realizaron un trabajo casi imperceptible para rejuvenecer la construcción. Habituados a recurrir a artistas para los interiores, llamaron al francés Cyprien Chabet para que hiciera los frescos que recubren las paredes del comedor. También encargaron a herreros y artesanos la restauración de algunas piezas, así como la fabricación de otras nuevas.
Todos los muebles de la casa fueron hechos a medida «con un espíritu clásico revisitado y pensando en las exigencias que imponen su uso actual», según explica el dúo de arquitectos. Muchos de ellos fueron incluso integrados a la propia colección de muebles de la marca Gilles & Boissier. Una mezcla de regionalismo y modernidad lograda en su dosis justa.