¿Cómo enfrenta los proyectos?
La arquitectura debe ser una disciplina generalista y no especialista. Lo que buscamos es una respuesta que no sea inequívoca, banal ni básica a cada uno de los problemas, con una mirada total y pensar que el diseño y la forma pueden comunicar algo para que esta ciudad y para que el mundo que habitamos sea mejor.
De sus obras, ¿cuáles son sus favoritas?
La Estación Mapocho (1992) aunaba la esperanza de un país democrático y la posibilidad que como arquitectos participáramos en el desarrollo del país. Reunió elementos que dos décadas después concentraría la remodelación de la Quinta Normal (2010), la preocupación de lo patrimonial, lo público y la cultura, lo que hacían pensar en el desarrollo de una sociedad mejor. No era un proyecto parafernálico, sino elemental en la restauración.
La biblioteca de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica (1996) inauguró lo que está de moda ahora, un edificio subterráneo, que no tiene fachada.
La Capilla de San Joaquín (1997) fue la primera inversión de la Universidad Católica en el Campus, cuando por fin creyó en él.
Y el Parque Bicentenario (2007) puso a Vitacura en su paisaje, y la gente descubrió ese lugar de cerros y de vida al aire libre bastante excepcional. El Bicentenario, sin duda, puso de moda a los parques.
¿Cuál es la deuda en la arquitectura de paisaje en Santiago?
David Assael, de Plataforma Arquitectura, decía que en general los santiaguinos tenemos la peor idea de lo que Santiago es. Concuerdo. Hay cosas notables. El cerro Santa Lucía, la Quinta Normal, el San Cristóbal o el Eje Bulnes son un buen signo, en otros en cambio, no nos ha ido tan bien. El proyecto de la Norte Sur, por ejemplo, ha traído más problemas que soluciones a la ciudad. Esto pasa cuando los proyectos son unívocos, sirven para una sola cosa. Hasta el año pasado trabajamos en el Parque de la Ciudadanía en el Estadio Nacional tratando de transformarlo en un parque para todos, no sólo para el fútbol. No lo hemos logrado. Está pendiente.
¿Obra versus ciudad? ¿Ciudad versus obra?
Las obras públicas deben tener cierta presencia o dignidad de lo público que debe enaltecerse, eso incluye los paseos y hasta las calles. Es distinto esta alameda burguesa del siglo XIX con todos los palacios de las familias mineras, que lo que se está dando ahora, una especie de autopista del Transantiago. En la Estación Mapocho sí se logró.
¿Cuál es la obra que le falta por hacer?
En Santiago se discute hace mucho tiempo la vía Cota Mil, la de la precordillera, una autopista para que un auto vaya desde La Dehesa hasta Puente Alto. Creo que si pudiese desarrollarse como un balcón a la ciudad, como entrada a la cordillera, no como una calle de automóviles, sino como un paseo, como las antiguas fortalezas, no sólo sería bonito, sino una gran terraza a Santiago. En ese sentido, en Santiago todavía no hemos inventado una calle buena.