El decorador Jorge Letelier viaja constantemente. De Nueva York a Pirque y de Santiago a Buenos Aires, entre muchos otros destinos. Y aunque cada vez que está en Chile prefiere “esconderse tranquilamente” en su casa cerca del Cajón del Maipo, necesita tener algún lugar donde llegar en Santiago, aunque sea para recibir a algún amigo extranjero de visita. Por varios años tuvo un departamento en El Golf con Presidente Riesco, en un edificio con una vista impresionante, pero siempre se sintió como en un suburbio alejado. “Desde el piso 19 jamás veía personas o actividad humana, y yo, acostumbrado a Nueva York, quería encontrar algo que me recordara más a una ciudad. Un día, a pocas cuadras de mi casa, lo vi. Estaba desocupado, llamé a la corredora y lo compré. A pesar del mal estado del departamento, supe que quedaría bien desde un principio (aunque nunca vendí el otro, en caso de que me arrepintiera)”, cuenta.
Fue así como llegó a este departamento, donde había que cambiar desde el sistema eléctrico hasta las ventanas. Demolió todo y dejó un lienzo en blanco, un espacio en concreto y sin muros que le permitió lograr una nueva distribución mucho más luminosa y funcional. Lo que más le gustó fue que pudo dejar la cocina –el lugar que más goza en la casa– mirando a Isidora Goyenechea. Ahí se sienta a tomar café y a disfrutar de la “actividad humana” de cada mañana. Y aunque dice que es el lugar que más le gusta, de cocinar él ni hablar. “Es suficientemente amplia para invitar amigos para que cocinen y yo me siento a gozar una buena copa de vino, pretendiendo que no sé nada de cocina. Lo recomiendo, tus amistades sienten lástima por tu falta de talento culinario y hacen todo por ti”.
La remodelación del departamento duró casi un año. No sólo aumentó el tamaño de la cocina, también el de los dormitorios y baños, que originalmente eran muy chicos. Y a pesar de que la remodelación fue extrema, a Jorge siempre le interesó respetar las líneas simples y materiales modestos del edificio, dejando un espacio moderno, internacional y muy Jorge Letelier.
Uno de los detalles que llama la atención son las molduras, que recorren todo el departamento. “Son algo muy mío y que he estado usando en proyectos desde hace varios años. Son simples y lineales, pero no aburridas o pretenciosas. Lo más importante es que permiten empotrar luces especiales para iluminar arte sin tener que bajar el cielo totalmente y esto además da la sensación de más altura”, cuenta. El arte, por supuesto, ha sido siempre una parte importantísima en la vida de Jorge. Tiene piezas que ya querría cualquier museo –aunque muchas se las ha llevado a Buenos Aires, donde pasará los inviernos a partir del próximo año– e incluso se especializó en diseño para coleccionistas de arte.
Como el arte ocupa gran parte de su departamento, la decoración es bien simple. Todo lo que tiene es bueno, y mezcla diseños propios, como las cómodas de la entrada y los muebles de la biblioteca, con otros que le ha comprado al anticuario Cristián Poblete Lecaros, que se especializa en mobiliario de los años 30, 40 y 50.
Y aunque pasa muy poco tiempo en Santiago y confiesa que prefiere que lo conviden, dice que también le gusta invitar gente. “A estas alturas de la vida, cuando uno ha juntado quizás demasiados amigos, me gusta reunirlos en forma ‘casual’ y gozar de buena comida y los deliciosos vinos que Chile ofrece”.