Antes y después de París

Durante las últimas semanas toda la atención en la industria de la moda se ha centrado en París. La Semana de la Moda en la Ciudad Luz ha inundado de páginas y fotografías sobre lo nuevo y lo mejor de cada colección primavera-verano. Sin embargo, no todo está en las pasarelas. Ni tampoco todo está en París. Todo lo sucedido antes, durante y después de este gran evento, se lo contamos en las siguientes páginas.

Los iconoclastas de Prada

De seguro, la cabeza de Milena Canonero al momento de ganarse el Oscar por el diseño de vestuario de El Gran Hotel Budapest no estaba en el Teatro Dolby de Los Angeles, sino en el montaje de la boutique de Prada en la Rue Faubourg Saint Honoré en París. En plena Semana de la Moda, la artista visual estrenaría su propia versión de la marca, al vestir a una decena de maniquíes, dándoles una vida inusual y también identidad a las tiendas. Semanas antes, en Londres, la escenógrafa y especialista en imagen, Arianne Phillips (a cargo del arte en los discos de Madonna, del diseño de películas como A Single Man o Kingsman, y de obras de Broadway como Hedwig and the Angry Inch) hizo lo propio; luego le siguieron, en la tienda de Nueva York, los artistas Michael Wilkinson y Tim Martin, para terminar con la legendaria

Milena Canonero en la Ciudad Luz en esta movida artística-publicitaria que llamaron “Los Iconoclastas”.
“Imaginé la reinterpretación de la colección primavera/verano 2015 de Prada a través de un filtro de cinco elementos y su interconexión. Pensé que, al igual que el feng shui, esa antigua filosofía china inspirada por el taoísmo que nos enseña a armonizar nuestro entorno con el medioambiente y la naturaleza, esta filosofía era muy adecuada para esta colección tan específica, rica y variada de Miuccia Prada. Recurriendo a mi experiencia en cine, fotografía y pintura, quise reinterpretar la colección a través de cuatro elementos (agua, fuego, aire y tierra) y crear situaciones imaginarias que culminasen en el quinto elemento: el amor humano”, declaró la diseñadora favorita de Stanley Kubrick y responsable del vestuario de El Padrino III, de la María Antonieta de Sofía Coppola, Africa Mía y Carros de Fuego.

 

Lanvin en el Museo de la Moda de París

El nacimiento de su hija Marguerite en 1897 cambió la vida de Jeanne Lanvin. A partir de ese año comenzó a diseñar vestidos para muñecas y luego ropa de niña. De esta manera, la entonces modista incursionó como pionera en el rubro de la ropa infantil y recién después de una década ingresó al club de la alta costura femenina. En los años 20 también hizo vestidos de novia y ropa interior, antes de abordar la moda masculina. En aquella época nació su pasión por el azul, oficialmente y con sus variantes, el color representativo de la casa Lanvin.

Comparada con Coco Chanel, que manejó con habilidad la notoriedad y su aspiración de “liberar” a la mujer, Jeanne Lanvin mantuvo un perfil más reservado. El talentoso diseñador israelí Alber Elbaz, quien lleva las riendas de la casa Lanvin en la actualidad, ha dicho que la impronta de Jeanne sigue alimentando al pret-à-porter francés: “una forma de vestirse sin hacer énfasis en estar vestida”.

La muestra que reúne un centenar de sus creaciones, la joyería, el vestuario infantil y masculino y los más diversos accesorios, permanecerá abierta hasta el 23 de agosto en el Palacio Galliera en París, que alberga al Museo de la Moda de esa ciudad y que recorre la vida de esta diseñadora que en plenos años 30 fue un faro de la elegancia francesa.

  • Jeanne Lanvin dirigía una empresa que desarrolló todas las facetas de la moda. "Era de alguna manera un poco como Tom Ford, una directora artística que impuso un lifestyle a principios del siglo XX", comenta Olivier Saillard, director del Museo de la Moda en París.

 

Los 30 según Tommy

El estilo preppy americano es su marca de fábrica y cualquier cosa distinta a eso contravendría al imaginario de Tommy Hilfiger. Y este año el diseñador norteamericano celebra 30 años en tiendas y pasarelas. La celebración fue en grande: transformó Park Avenue en un estadio de futbol con una línea de 50 yardas, una zona de descanso y pantallas gigantes.

¿Y en la pasarela? Largas camisetas devenidas en vestidos, chaquetas varsity y botas altas, pero todo inspirado en el deporte estrella del país del norte: sweaters con estampados universitarios, mucho número grande, harta tela escocesa de muy buen gusto, cortes inspirados en los años 70… en resumen, el mariscal de campo como concepto que engloba toda esta nueva línea de prendas en honor al deporte nacional. Pero algo más exclusivo hubo para celebrar estos 30 años: una colección que está sólo disponible para compras en línea.

En el marco de esta celebración, Hilfiger (63) publicará además sus memorias. «Cuando reflexiono sobre mi experiencia en el mundo de la moda a lo largo de los últimos 30 años, veo que ha sido un viaje duro, lleno de hitos que han definido tanto mi carrera como mi vida personal», dijo al hablar de este proyecto. «Yo siempre pienso que lo mejor está todavía por llegar, pero hasta ahora, mi vida ha sido toda una aventura».

 

La brasserie de Karl Lagerfeld

Los mozos, con sus cuellos almidonados, tuxedos y delantales atendían a los invitados ofreciéndoles un café de buenos días en la Brasserie Gabrielle. La barra del bar era de madera labrada, las sillas y las mesas estaban dispuestas en el Grand Palais de tal manera que los asistentes coparon sus cuentas de Instagram con esa bohemia postal. El desfile comenzó y las modelos llevaban delantales hasta los tobillos y platos que resultaron ser unos bolsos muy estilosos. “¿Hay algo más francés que una brasserie?”, se preguntó Karl Lagerfeld en esta presentación que fue la secuela después del supermercado y la galería de arte que nos presentó en las colecciones anteriores. La excusa de montar un café fue para mostrarnos outfits para el día: harta lana, tweed y chaquetas acolchadas, las modelos luciendo zapatos con el talón descubierto, a dos colores, muy a lo Coco Chanel. Hacía tres décadas o incluso más que no se mostraba algo así en la pasarela. Collares hechos a crochet que parecían adornos de servilletas. El espectáculo estuvo focalizado en la performance de las modelos dentro de toda esta gran escenografía. Ellas pasaban un rato en el bar, se sentaban y el público podía ver de cerca el tejido de punto de un vestido rosa, el medallón con el logo acolchado de Chanel bordado o el prendedor en el pelo con la doble C luciéndose. Detalles en este entramado tan cotidiano, que incluso puede llegar a ser aburrido por más que luzcas de Chanel. Para los que quieren más brillo y glamour siempre estará la alta costura.

Hasta ese momento, el show de la Brasserie Gabrielle montado por Karl Lagerfeld era el espectáculo más comentado y el más llamativo en los días que llevaba la Fashion Week de París. Nada hacía presagiar lo que tenía entre manos la Casa Valentino.

 

La jugada de Valentino con Zoolander

Ni siquiera Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli dimensionaron el impacto que traería lo que se tenían entre manos. La movida fue global, explosiva y se expandió por las redes, fue bomba en Instagram, y sin querer queriendo, la Brasserie Gabrielle del Kaiser Karl quedó en el olvido. Golpe en el mentón para su ego, pero Derek Zoolander y su partner Hansel arriesgaron la pose y ganaron los flashes.

Antes decir que fue una de las colecciones mejor logradas de la dupla Chiuri-Piccioli luego que el gran maestro Valentino Garavani les cediera el lugar. Como un viaje a través del siglo XVIII italiano fue definida a través de su cuenta de Twitter esta colección muy romántica, hiperfemenina, llena de joyas en los detalles, mucha tela vaporosa, estampados, sandalias gladiador, prendedores para el pelo de caracolas y caballitos de mar. La atención parecía fijarse con destreza y sofisticación en las últimas etapas del barroco italiano.

Pero antes del último paseo de todas las modelos, Ben Stiller y Owen Wilson irrumpieron en la pasarela en la piel de sus ya icónicos personajes. Los teléfonos celulares aparecen, ellos posan con sus miradas “magnum” y “blue steel” y la noticia estaba echada: se trataba de la primera movida comercial para anunciar que en febrero del 2016 tendremos secuela de Zoolander; los actores recorrieron París haciendo fotos promocionales, los visitó la mismísima Anna Wintour en el camarín –y con ese gesto recibieron su bendición–, la Casa Valentino quedó más que satisfecha –aunque después de tamaño espectáculo nadie se acordó mucho de los diseños que estrenaron– y la cafetería de Chanel pasó a la más completa ignominia. Cosas que suceden en París cuando se celebra la moda.

 

Kanye West canta para Louis Vuitton

La moda tiene una nueva dupla estrella: la del rapero Kanye West y el magnate Bernard Arnault. Bastó que Alexandre, hijo del hombre de negocios y propietario de la compañía LVMH –que entre sus marcas cuenta con Louis Vuitton, Givenchy y las champañas Moêt Chandon y Veuve Clicquot–, invitara al músico a conocer el auditorio del Louis Vuitton Foundation Center, la nueva creación del arquitecto Frank Gehry, para que la estrella norteamericana cayera rendida ante el diseño del lugar. Con su mujer Kim Kardashian –la cual, dicen, no deja jamás de mirar su celular para saber qué se comenta en las redes sociales– cerraron rápidamente el acuerdo con el hijo de 22 años de Arnault.

Fueron cuatro conciertos, las entradas alcanzaron los 100 euros y se agotaron rápidamente. El intérprete de Runaway, All of the lights y Ni-as in Paris, sucumbió a la noche parisina, en plena semana de la moda y en el mismo sitio donde se exhibirán piezas de arte como El Grito de Munch y La Danza de Henri Matisse. La organización de todo este espectáculo tardó no más de dos días, todo muy improvisado; Kanye había entablado amistad con el hijo de Arnault después de un desfile de Givenchy hace sólo unos meses, pero su colaboración en el lanzamiento de una línea de zapatillas de Louis Vuitton en 2009 fue suficiente para armar este exitoso engranaje que musicalizó las frías noches fashionistas en París.

  • Una multitud repletó las cuatro fechas en que el rapero se presentó en el nuevo centro para el arte diseñado por el arquitecto Frank Gehry para Louis Vuitton.

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