Provocador, atrevido, innovador e increíblemente creativo. Alexander McQueen siempre fue un paso más adelante que el resto de los diseñadores de su época, con propuestas que estaban fuera de lo común y del imaginario de la gente. Sus diseños se basaban en una mezcla de lo romántico y lo dramático; de lo natural, lo mitológico, lo ordinario y lo salvaje… Para él no existían límites. Rechazó a grandes marcas como Givenchy, precisamente para poder desarrollar su creatividad. “Por un lado está la parte comercial de la moda, hay que vender, y por otro está la parte creativa… Son imposibles de combinar y hay que ceñirse a uno o a otro”, dijo en un momento. Fue ese afán por romper los esquemas y las tendencias de la moda el que lo llevó a ganarse el reconocimiento que tiene hasta hoy, cuando ya han pasado cinco años de su muerte, en febrero de 2010.
Pese a que nunca le gustó figurar, su nombre estuvo en la etiqueta del vestido de novia más comentado de los últimos tiempos, el de Kate Middleton, y hoy se le puede ver en las calles de Londres, donde se anuncia la primera gran retrospectiva en torno a él que se realiza en Europa, en el Victoria and Albert Museum.
Desde su inauguración –el 14 de marzo– Savage Beauty ha convocado a miles de personas, muchas de las cuales habían comprado su boleto con meses de anticipación. Nadie quiere perderse este recorrido por la historia y el trabajo del inglés que, con su talento creativo, supo combinar el arte, el diseño, la tecnología y la alta costura. En el año 2011, fueron más de 600 mil personas las que visitaron esta exhibición que se realizó por primera vez en el Metropolitan Museum of Art, convirtiéndose en uno de los eventos más populares de la historia del museo. Esta vez, Savage Beauty busca replicar el éxito en la ciudad en que nació y comenzó su carrera, con un énfasis en sus primeros años de trabajo. A las más de doscientas prendas y accesorios que se expusieron en Nueva York se le añadieron cuarenta nuevas piezas, principalmente de la década de los 90 –época en la que no era tan conocido–.
McQueen siempre supo cómo impresionar a través de su trabajo. Las obras en sí eran objeto de admiración, aunque muchas veces era la forma en la que las presentaba lo más increíble. Un ícono de su carrera fue cuando, en el desfile de su colección primavera verano de 1999, dos robots pintaron en el escenario el vestido blanco strapless de Shalom Harlow, mientras la modelo giraba tímidamente en una plataforma. El holograma con la imagen semi fantasmal de Kate Moss luciendo un vestido que se mueve al viento, que se presentó con la colección otoño invierno de 2006, es otro inolvidable. Como dijo el diseñador en una entrevista, “un desfile tiene que ser emocionante y divertido. Debe incitar a la imaginación del público. No le encuentro sentido hacer uno que no provoque ningún tipo de sentimiento”. Estos fueron los principios básicos que guiaron la puesta en escena de sus presentaciones y que el V&A vuelve a retomar con la ambientación de cada una de las salas de la exhibición. Hasta el 2 de agosto.