Gran despliegue

Lo de Solange Heilenkötter ha sido puramente experimental. Diseñadora de profesión, hasta el momento trabajaba como socia y directora de arte de una agencia de publicidad, pero llegó un instante en que necesitó liberar su creciente inquietud creativa artística de las exigencias tan definidas de la publicidad. Drástica, el 2007 decidió hacer borrón y cuenta nueva; a partir de ese momento, dedicó las mismas ocho horas de trabajo diario a la investigación de su propio lenguaje artístico.

“Yo no sabía lo que buscaba, no tenía premisas, sino sólo un interés inmenso por trabajar con papel”, dice. Instaló un taller a pocas cuadras de su casa y se encerró a investigar su movimiento, su peso, sus posibilidades.

Al poco tiempo se dio cuenta que el papel orgánico era muy frágil ante la humedad y la luz, así que empezó a buscar otros materiales que le permitieran transformar una lámina delgada en una forma de tres dimensiones. Así fue como llegó al polipropileno.

“Trabajo con distintos tipos de polipropileno, que varían en su consistencia: algunos son más blandos, otros más tiesos y si los doblas se quiebran; unos te permiten sólo cortar láminas mientras otros se pueden plegar; otros son traslúcidos, algunos de ellos que sólo consigo fuera de Chile, porque aquí la producción es muy limitada”, explica.

Con ellos ha hecho figuras que ella califica como abstractas, pero que basta mirar de reojo para que uno las asocie con algo: está Collier, que parece un maravilloso collar de mil vueltas, o Vent I, similar a una nube movida por el viento. Pero se entiende: el interés de la artista está en la forma en cuanto a su tridimensionalidad y simpleza.

“A mí me inspira mucho el arte japonés. Son unos maestros en trabajar el papel y se ve en ellos, incluso hoy, una clara intención de llegar a la pureza de los elementos. Me interesan artistas de distintas disciplinas, como Issey Miyake, Onishi Yasuaki, Kasuko Miyamoto, Byoungho Kim (coreano)… de hecho, entre mis planes para el año 2015 está hacer una residencia de arte en Tokio”. También es una gran admiradora de la arquitectura contemporánea, desde Santiago Calatrava a Zaha Hadid.

Con estos referentes, ha logrado una técnica cada vez más depurada y propia. “Después de mucho trabajar me he dado cuenta que las formas más simples han sido las más difíciles de lograr, pero las que más me han cautivado y las que mejor me interpretan. Es mucho más complicado expresar en una forma simple y pura algo potente”.

En algunas obras Solange incorporó láminas de acero, por su aporte a la forma y porque permiten el reflejo de las demás, generando un juego óptico. Pero no es este material el que le interesa: “El blanco es y será predominante en mi trabajo porque es capaz de recoger la luz, que al ir cambiando a lo largo del día te permite apreciar la forma de diferentes maneras. En otras palabras, interactúa con el ambiente, es como que la obra estuviera viva”.

Trabajar con polipropileno le ha significado desafiar también las leyes físicas. “A pesar de que lo que yo hago se podría definir como escultura por la tridimensionalidad, esto no es lo mismo que esculpir. Las dificultades que se me presentan van por otro lado, como luchar contra la gravedad para que las láminas mantengan una dirección, o desarrollar formas de fijarlas sin tener que pegarlas entre sí”, cuenta.

Cuatro años le tomó desarrollar las obras que presentará en el Centro Cultural de Las Condes, la última de ellas, Priere. “Siempre mi obra favorita es la última porque siento que en ella pude plasmar todo lo que aprendí de la anterior. Eso hace que uno pueda mejorar siempre, es inagotable, un desafío y un motor permanente”.