El día parte temprano en la casa de la decoradora Valentina García. A las 6.10 ella ya está en pie y organizando el desayuno, “el” momento en que se sienta a la mesa con su marido y sus tres hijos, porque después ya no para. Por lo mismo es que a las 9 am está todo impecable, camas hechas, suelo aspirado, ventanas abiertas… “orden y limpieza es el lema de esta casa”, dice ella con la voz fuerte y un poco ronca que la caracteriza.
Valentina llegó a esta casa por una cuestión de seguridad. Buscó el lugar más protegido posible para vivir y se fue a una construcción que por fuera parece un búnker, como dice ella, pero cuya riqueza interior se empieza a sentir apenas se entra a él. La pintura de una Virgen de gran tamaño es la que recibe y ella explica: “El hall de ingreso es un espacio súper especial para mí. Lo armé como si se tratara de un altar”. Esta antigua imagen estaba en la capilla del fundo familiar de su marido; un terremoto destruyó la construcción, y la pintura es tan grande que no había dónde ponerla, figuraba guardada en una bodega. Valentina la rescató y la ubicó en la entrada de su casa, junto con unos candelabros que también estaban en el altar, además de figuras de ángeles. Todos le decían que iba a parecer iglesia, pero a ella no le importó; la originalidad es la característica principal de la decoración y el sello de la oficina que tiene Valentina con su socia, Mariana Abalos, y que también heredó de su mamá, la decoradora Josefina Mekis. “Yo me siento súper vanguardista y la invitación que hago a mis clientes es a atreverse, mi casa no podía ser de otro modo”.
Reconoce la influencia de varios no sólo en ella misma, sino sobre todo en Chile: Enrique Concha, Ignacio Pérez-Cotapos, Verónica Blackburn, según ella han sido grandes impulsores del gusto por vivir con estilo. “En los últimos diez o veinte años se ha generado en los chilenos un interés por vestir la casa. Antes uno juntaba plata para comprársela, pero ahora el presupuesto incluye armarla por dentro”, asegura.
Valentina sabe de decoración, y mucho. Mezcla sin miedo colores y texturas, y en todos los espacios las telas tienen protagonismo. Los muros están engenerados en las tonalidades más insólitas, pero lo hace con gracia, no arranca de los excesos: si para su pieza eligió amarillo, lo usa en todas sus gamas y en todo lo imaginable, cojines, sillones, cubrecamas, tal como en el estar principal lo hace con el turquesa.
El ingenio es también parte de su adn. Para darle profundidad al living, aprovechó una guarda de tapicería que era de su abuela y enmarcó un espejo de gran tamaño; para resolver su intolerancia hacia el desorden, instaló tres canastos en su pieza, en los cuales se echa momentáneamente todo lo que no está en su lugar; como mesas laterales usó dos mesas camilla y les puso encima brocato amarillo… «Una solución más económica y que se ve muy bien», dice convencida.
Su casa está siempre llena de gente, de viernes a domingo, y una de las razones es que le encanta cocinar. «No como nada, pero cocino para los demás», asegura. Por eso es que la cocina es una de las áreas favoritas de la dueña de casa. “Es el lugar donde me relajo y así como hay gente que invierte en cosas para la bicicleta, yo invierto en accesorios y libros de cocina. Hace un año decidí eliminar del menú el arroz con huevo, y me propuse enseñarle a mis niños a comer de todo. Por eso todas las tardes preparo algo, desde las colaciones a la comida de la noche. Es mi momento”.