«Queremos una casa rica y acogedora”, así de simple fue el encargo que esta pareja le hizo a la arquitecta Antonia Lehmann –Premio Nacional de Arquitectura 2004– para proyectar su nueva casa en Vitacura. Nada más que eso. Una semana más tarde, Antonia apareció con los planos listos para que conocieran el proyecto y ellos quedaron tan fascinados con la propuesta que casi no le hicieron cambios. Lehmann privilegió los espacios abiertos y conectados, con techos altos y unos ventanales impresionantes.
Apenas uno entra a la casa lo primero que llama la atención es un jardín interior rodeado por ventanas altísimas, que contiene un acer japónico y una pequeña cascada de agua con piedras y harto verde. Es como un oasis en medio de esta construcción de líneas simples y modernas. En una esquina, una escultura de Fernando Casasempere logra robarle un poco de protagonismo al paisaje. Este jardín es el pilar de la casa, el espacio que conecta las distintas piezas y que se transforma en el punto central.
Con una arquitectura tan imponente, la decoración no fue tarea fácil. “Cuando nos cambiamos lo único que había en el living eran los dos sofás y la alfombra, nada más”, cuenta ella. “El resto de la casa estaba pelada, pelada”. A eso había que sumar otro factor más: los gustos completamente distintos que tenía esta pareja. A él le gustan los muebles bien modernos, italianos, de líneas simples. Ella, en cambio, prefiere las maderas, las texturas…
Ahí estaban, con la casa vacía, cuando sin siquiera buscarla, apareció la solución. Por el colegio de su hija conoció a la decoradora Bárbara Fernández, que al ver este lienzo en blanco se ofreció inmediatamente a ayudarla. “Esto lo vamos a hacer juntas”, le dijo.
Así empezaron lentamente a armarla. Compraron muebles, otros los mandaron a hacer, y fueron dándole más onda. Un día la dueña de casa le contó a Bárbara que tenía algunos muebles que habían heredado de la abuela de su marido guardados en la bodega. Un buffet, una mesa de apoyo, platería… Todo pasó rápidamente al living y se transformó en el ingrediente que faltaba para lograr combinar los dos estilos en un espacio rico, donde dan ganas de estar.
Con los muebles ya instalados, faltaba sólo un detalle: el arte, un tema importante para los dueños de casa. Con la ayuda de la asesora en arte Camila Opazo lograron ir armando de a poco una colección que combina clásicos, como un collage de Matilde Pérez de 1961, con obras más contemporáneas, como el fotomontaje de gran escala de Sachiyo Nishimura que pusieron en el comedor, enfrentado a una pintura de Jorge Tacla. Por las dimensiones de la casa, no era fácil encontrar obras que se ajustaran al espacio, y uno de los mayores hallazgos fue la obra que se transformó en la protagonista del living: Twelve Versions of Home, de la artista ganadora de la Beca AMA 2015, Grace Weinrib.
Para el jardín trabajaron con la paisajista Catalina Phillips, que armó un espacio donde este matrionio disfruta con sus tres hijos. Por un lado, un amplio plano de pasto, donde se pone desde el arco de fútbol hasta la cama elástica, y por otro, un espacio mucho más acogedor, con muchas plantas y flores, que en la primavera revelan un abanico de colores que parecen sacados de un cuadro. Ahí se mezclan plantas que compraron especialmente para el jardín, con otras que heredaron de la mamá y la abuela del dueño de casa, y que ahora ella cuida con una pasión que descubrió hace poco. Metido entre ese oasis de plantas y flores, un camino de durmientes lleva al quincho, donde una mesa bien rústica se transformó en el escenario de los mejores panoramas del verano.