Taller de Francisco del Río

Mix and match

No es solo un taller de arte ni un estudio de arquitectura. Del Río Arte Arquitectónico es una oficina que combina lo mejor de estos dos oficios en un gran espacio en el centro de Lo Barnechea.

Esta no es una oficina tradicional, de esas elegantes y ultra formales. Tampoco es un clásico taller de arte, lleno de latas de pintura y mucho caos, sino la mezcla justa entre los dos. Del Río Arte Arquitectónico es un lugar luminoso, con doble altura, harto blanco, varios mesones y estantes con maquetas, esculturas y libros, donde todo está perfectamente ordenado de manera sepulcral.

Su dueño es Francisco del Río, un arquitecto de la Universidad Católica que desde siempre se fascinó con el arte y todo lo que tuviera que ver con grandes volúmenes y lienzos de pintura. Después de terminar su carrera decidió dejarla de lado por un tiempo y dedicarse de lleno a pintar. Pero luego de algunos años, el encierro y la desconexión le pasaron la cuenta y se le ocurrió crear un negocio que combinara lo mejor de sus dos oficios. Así nació Del Río Arte Arquitectónico, una empresa de “arte corporativo”, como lo llama, donde él mismo realiza obras personalizadas y especialmente ideadas para oficinas y hoteles.

Junto a un grupo variable de colaboradores –maestros, ayudantes, calculistas y asistentes que se unen de acuerdo al proyecto específico que se esté preparando en el momento– Francisco crea esculturas de más de diez metros de alto, murales, grabados digitales, fotografías, espectaculares instalaciones levantadas con diferentes materiales, pinturas de formato extra grande y mucho más. “Quise romper con los moldes y canales tradicionales y dedicarme al arte de manera distinta a la convencional. Siento que las galerías y los museos son sólo una forma de mirar este oficio. Yo busco fortalecer y potenciar la identidad corporativa de las empresas a través de un concepto que las identifique y que es comunicado con las piezas que yo mismo creo. El valor de este trabajo está en que estos objetos no son ajenos al lugar, al cliente, sino que son únicos, tienen un contenido y están hechos especialmente para la arquitectura del espacio en particular”, explica.

Ubicada en Lo Barnechea, en una callecita angosta y de una vía, esta oficina se esconde tras un gran portón que hace imposible imaginarse lo que hay detrás. Son cerca de 350 metros cuadrados divididos en tres galpones de madera, emplazados en medio de un terreno enorme, con camino de tierra y árboles grandes que dan la sensación de estar como en el campo. A este espacio llegó hace un par de años, luego de pasar por dos departamentos donde además de trabajar también vivía, por lo que no tenía la amplitud que necesitaba para crear. Hasta que encontró este lugar en el centro de Lo Barnechea, donde tiene la posibilidad de hacer varios encargos en paralelo, guardar materiales y armar esculturas de mucha altura sin problema.

Cada galpón está ambientado de manera diferente. En uno, por ejemplo, armó el taller de pintura, el que por ahora está repleto de cuadros de toros, todos colgados cual exposición en los diferentes muros. En otro hizo un estudio de arquitectura, con una mesa para las reuniones con los clientes, un sector para trabajar con el computador, otro para armar las maquetas, un living para conversar, tomarse un café o pensar en nuevas ideas, además de estantes con muchos ejemplos de sus trabajos y prototipos de proyectos. El último espacio lo ambientó como taller de escultura donde guarda todo tipo de materiales que sirven de materia prima para sus volúmenes. Hay desde ruedas de bicicletas, ramas de árboles, moldes de madera, planchas de acero inoxidable, herramientas, baúles y más. “Con este trabajo he aprendido a no cerrarme a nada, a no tener miedo a que el arte surja de una conversación, de la realidad misma, de la interacción con otros. Lo que más me gusta es conversar con los clientes, que son personas que muchas veces no han tenido relación con el arte y que al presentarles mis proyectos descubren que la creación habla y que lo hace de manera gentil”.

Y si bien esta oficina le ocupa la mayor parte de su día a día, Francisco se hace el tiempo necesario para, en forma paralela, seguir pintando y realizar otros trabajos específicos con decoradores e interioristas. “Me gusta estar metido de lleno en todo lo que hago. Mi mano y mis ojos no se despegan de cada obra”, dice. Incluso se encarga él mismo de montar las obras listas, lo que no es menor considerando que la mayoría de ellas nunca tiene menos de tres metros de alto. “A diferencia de la arquitectura, donde sólo tendría que hacer los planos de un proyecto y esperar que otros lo construyan por mí, con esta empresa puedo hacer todo yo y lograr un diálogo redondo con el espacio”.

www.artearquitectonico.cl

 

  • Sala de reuniones del taller de Francisco del Río.

  • Ubicada en Lo Barnechea, la oficina Del Río Arte Arquitectónico tiene toda la amplitud necesaria para que su dueño de vida a cuadros de gran formato, tenga reuniones con los clientes y trabaje en los proyectos y maquetas.

  • El taller de esculturas es un gran galón con todo tipo de materias primas que, tal como explica Francisco, tienen que ver con el concepto arte austral del mundo un arte relativo a la geografía extrema.

  • Francisco del Río.

  • Una vista de su taller.

  • Una vista de la sala de reuniones. Las obras del muro y los crucifijos fueron hechos por este artista.

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