El mexicano Carlos Couturier es un hombre de mundo. Dueño de diez hoteles boutique en México y Estados Unidos (grupo Habita), es de esas personas que no sólo lo han visto y probado todo, sino que además tienen un gusto refinado y son muy creativos, por lo que diseñarle una casa a un experimentado como él no era cualquier desafío. El reto lo tomó el estudio de arquitectos mexicanos Productora y consistió en la remodelación de una casa de los años 50 en Ciudad de México. “Carlos pasa muchísimo tiempo de viaje, pero cuando está acá es un gran anfitrión. Le encanta organizar eventos en su casa, y por eso teníamos que pensar en un lugar que fuera apto para recibir visitas permanentemente”, dice desde México Wonne Ickx, uno de los socios de Productora.
La elección de la casa la había hecho el mismo Carlos, quien había reconocido el potencial estructural que tenía. Algo no tan fácil porque la construcción había sido intervenida varias veces y de las formas más increíbles: “Había sido dividida en dos departamentos, se había agregado una escalera de metal para subir por fuera al segundo piso, y muchas de las ventanas estaban cerradas con tablaroca”, explica Ickx. “Básicamente, lo que hicimos fue desmantelarlo todo para después poco a poco empezar a vestirlo de nuevo con materiales que respetaban la historia de la casa. La idea era rescatar el espíritu modernista de la construcción original, evitando cualquier forma de mimetismo histórico”.
Lo primero fue sustituir ciertos muros estructurales y reemplazarlos por otros de metal para obtener una planta más abierta. También se debieron adaptar elementos de la estructura de acuerdo a la actual norma de protección contra sismos. Uno de los aspectos que el dueño pidió mantener fueron los muros de piedra, presentes en varios sectores de la casa. En algunos permanecen los originales; otros se trabajaron durante meses, requiriendo más de 20 toneladas de piedra local.
Además de un sector de servicios, se creó una terraza en el techo, quizás el mayor acierto de la remodelación. Con una vista en 360 grados, está compuesta por grandes piezas en obra: una mesa, una reposera cuadrada, una jardinera y un bar. Todas ellas están puestas sobre patas de metal, pero parecen flotar en un ambiente que de por sí invita al relajo. Y si de relajarse se trata, Carlos Couturier lo hace en la piscina de 25 metros de largo, que también es nueva. Al igual que las jardineras, está revestida con unas losetas cerámicas artesanales fabricadas en Guadalajara por el conocido José Noe Suro.
El interiorismo estuvo a cargo de MCH – Arnaud Montigny, estudio parisino que trabajó muy de la mano del dueño de casa. Carlos tenía muy claro que quería una casa que destacara por su sobriedad y el amplio uso de materiales y texturas, que fuera simple en organización y formas en vez de dar cuenta de la última tecnología y objetos de moda. Por eso eligieron materiales que contrastaran con los más artesanales que ya habían utilizado –como la piedra y la cerámica–; para el piso usaron roble europeo, compraron géneros italianos, objetos en baquelita… “El resultado es una casa que ocupa un tiempo indefinido en la historia: flota entre la tradición modernista y el diseño contemporáneo. Pero también es una casa que ocupa un lugar indefinido en el mundo… Carlos dijo muy bien que la casa quería evitar cualquier tipo de modernismo tropical y juega un rol más ambiguo en crear un diseño que –como su dueño– tiene una perspectiva más global”, dicen los arquitectos de Productora.