Aunque Ignacio y Cecilia, los papás del artista visual Juan Pablo Larraín, tenían una casa en Lomas Blancas, llevaban años buscando dónde construir una nueva en Cachagua. “Mi papá encontró este sitio en Aguas Claras en medio de un bosque de eucaliptus frente a una pendiente, que calzaba perfecto con la idea de crear algo muy privado y alejado de la vista”, cuenta Juan Pablo.
La responsabilidad total de darle una identidad recayó sobre él: desde la elección del arquitecto hasta los detalles de decoración, sus papás confiaron a ojos cerrados en Juan Pablo. “Pensé en Alfredo Comandari, que trabajó en colaboración con el estudio de Paula Gutiérrez, porque conozco su línea de trabajo y compartíamos una misma sensibilidad estética. Yo me imaginaba una casa muy compacta, pero Alfredo lo primero que dijo fue, si tienes un terreno grande, ocúpalo entero”.
Y eso hicieron: Alfredo trazó un módulo central con dos diagonales pensadas para proteger la intimidad dentro de la casa pero también con los otros sitios, así creó tres volúmenes separados por pasillos de vidrio. En un ala quedó el dormitorio principal con su propio baño, al centro el espacio común con un living-comedor-cocina y al otro extremo cuatro dormitorios con dos baños y una terraza techada. ¿El resultado? Una casa que se mira a sí misma y al bosque simultáneamente, mientras cada espacio conserva su autonomía.
Alfredo Comandari resalta la dualidad del lugar. Por fuera, con láminas de acero negro opaco, el look es un poco misterioso e industrial. Por dentro, los materiales más cálidos como las maderas con aguadas blancas, hacen que los espacios sean más acogedores.
Comandari diseñó un exterior hermético que dialogara con un interior cálido y luminoso, siempre con líneas simples y detalles que tuvieran relación con la funcionalidad de la casa. Por ejemplo, incluyó rieles a los dos lados del living para iluminar las obras en los muros, porque sabía que ahí irían cuadros de Matías Movillo y Magdalena Vial. Juan Pablo y su mamá eligieron trabajos de artistas que realizaran una investigación sobre el material y un simbolismo asociado al uso de ese material.
Y es que ese es también el espíritu de la casa: primario y elemental. Como el sello del propio trabajo artístico de Juan Pablo, quien hace un par de años se fue a vivir a Berlín pero dejó las combinaciones elegidas y los muebles mandados a diseñar. “Mi mamá me iba mostrando por WhatsApp las fotos de cómo iba quedando y yo iba opinando desde allá. Es que queríamos una casa muy contemporánea, sin aspectos romanticones de playa. Mis papás querían una casa hecha por un artista más que por un decorador. Por eso no hay dos jarros en una esquina que no significan nada. No hay ficciones en la casa”, dice.
En el interior como en el exterior, Alfredo Comandari guiñó a la Bauhaus y a Le Corbusier. Los ventanales rescatan el formato de los grandes ventanales modernistas y los techos son altos, de cuatro metros. La paleta en general es acromática, con algunos elegidos elementos de colores primarios; las terminaciones por su lado, son negras para marcar la silueta geométrica de la casa.
Tanto los volúmenes en el terreno como la inclinación de los techos crean espacios interiores muy íntimos “que se abren a la pureza del bosque”, dice el arquitecto. En el fondo, los diferentes tipos de altura buscan la luz. Por lo mismo pusieron el deck y la piscina atrás de la casa, para que los espacios interiores siempre miraran a lugares naturales sin intervención arquitectónica.
“Mi mamá no quería un jardín con pasto en la playa, ¿para qué? Quería un patio duro que dialogara con el bosque, así que pensamos en un deck, lleno de jardineras de plantas bonitas que escaparan de las especies muy verdes para respetar el color del entorno”, cuenta Juan Pablo. Comandari se encargó de que el paisajismo más intervenido quedara detrás de la casa, para que se enfrentara al bosque y no a la piscina.
Así esta casa quedó rodeada de eucaliptus y pinos, integrada orgánicamente al paisaje, pero dialogando a través de su propia geometría con el bosque. Alfredo dice que le fascina esta diversidad de espacios: “Las galerías tienen mucho reflejo, una cosa media misteriosa. El pasillo es un pasillo largo, con el techo inclinado, tienen algo súper acogedor. Y el espacio del living y comedor, quedó grande, de buena altura. Cada espacio tiene su carácter, son diferentes y súper integrados al bosque”, remata.