El desafío fue construir algo mínimo y esencial: lo suficientemente cómodo como para resistir los días de temporal y lo suficientemente incómodo como para esperar con ansias el poder salir a navegar”, cuentan sus dueños. Y ya con esa frase queda clarísimo que para ellos este es sólo el punto de partida de una travesía mucho más larga.
Desde su concepción, estas casas –que parecen casi como una interpretación moderna de los clásicos palafitos chilotes– buscaban invadir lo menos posible el terreno, generando el máximo de vistas y luz posible. Emplazadas en la Isla Lebe, un islote de 6 hectáreas ubicado en la bahía de Rilán, fueron proyectadas en tres niveles. El primero, que está junto a la playa, es probablemente el más importante: el lugar perfecto para fondear las embarcaciones.
Como dicen ellos, estas casas son prácticamente “las unidades terrestres de los veleros”. Sobre esto están las piezas. Y finalmente, un piso superior totalmente acristalado, donde está el living y la cocina; un gran espacio para descansar y maravillarse con la impresionante vista hacia la playa y los veleros.
Como en muchas de las construcciones modernas que se hacen en Chiloé, en estas privilegiaron los materiales de la zona. Para construir las casas usaron solamente madera local, como mañío y tepa. Y el rojo que eligieron para pintarlas no es accidental: es un guiño al bosque de chilcos que rodea el islote, que durante la primavera se llena de pequeñas flores de ese mismo color.