Francisca Torres no para. Periodista de profesión y enérgica a mil, ha hecho una carrera en el mundo de la moda. Viste a personajes de la televisión y a otros fuera de la pantalla; está a cargo del blog de moda de Falabella; trabaja para Jazmin Chebar y tiene una tienda de ropa, Qüina. Como se pasa el día corriendo, se podría pensar que su casa está un poco dejada a su suerte, pero no, no se le va ni el más mínimo detalle.
Estética hasta la médula, la Fran desde chica tuvo buen gusto. Y eso también lo plasmó en su casa nueva. Junto a su marido y su hija Delfina llegaron a este lugar en febrero del año pasado. El sitio lo compraron como inversión y luego decidieron construir con su amigo, el arquitecto Matías Cienfuegos, hijo del pintor Gonzalo Cienfuegos. Él conoce bien a Francisca, han viajado juntos, y supo interpretar lo que quería: una casa de layout simple y materiales nobles, donde se pudieran aprovechar al máximo las vistas al bosque quebrada y el cerro Manquehue. Decidieron usar colores oscuros y que los espacios fueran muy funcionales. “Para mí no existen los colores chillones”, dice Francisca. Siempre ha sido de tonos neutros. Juntos revisaron detalle a detalle cada uno de los espacios de la casa. Uniformaron la cocina y los baños, todos con muebles negros y cubiertas de mármol. Y aunque la veta de la encina con que se hicieron las puertas es preciosa, dice Francisca, las pintaron todas negras, lo mismo que los marcos de las ventanas. En lo único que transó fue en el piso, ahí pusieron encina rústica al aceite en su estado natural.
El resultado es alucinante. Una casa, que a pesar de tener colores oscuros, es cálida y encantadora, dice su dueña. De hecho, ella misma cuenta que después de terminarla –la construcción duró como un año y medio– el arquitecto llevaba a sus clientes a verla para que se dieran cuenta de que “no hay que tenerle miedo al negro”.
Todos los espacios están bien aprovechados. En el primer piso están la cocina, el comedor, el living y una salita de estar. Con esto lograron que el living fuera menos “estirado”; todos los partidos de fútbol, por ejemplo, los ven acá. En el segundo piso hay una salita central además de cuatro piezas: la principal, la de su hija, una sala de juegos y una que Francisca quiere transformar en un estudio para trabajar. Su baño tiene una salida a un jacuzzi con un par de reposeras, donde a veces toma sol.
A Matías lo que más le gusta del resultado es el acceso a la casa, que tiene “una bajada suave” donde uno se va “hundiendo y descubriendo la casa con sus distintas perspectivas”. También destaca el living, comedor y la relación que estos tienen con la terraza y los deslindes. “Dejamos los vértices en vidrios monolíticos para dar la sensación de mayor ancho del sitio, mostrándolo en toda su amplitud, además de las gradas suaves que bajan al sector de la piscina y quincho. Así, queda todo integrado visual y espacialmente en función de las vistas a la piscina y el bosque de la quebrada”, explica.
La terraza da para un párrafo aparte. Frente a una piscina y un jardín que diseñó Bernardita del Corral, puso dos ambientes, una gran tumbona y un quincho con una mesa en obra. Con el arquitecto idearon unas escalinatas que funcionan como asientos cuando invita mucha gente a comer. A Fran le encanta invitar a su casa y hace que sea toda una experiencia: prende todos los faroles con velas que tiene, que deben ser unos sesenta, llena de flores y prepara el ambiente con buena música (hay parlantes por toda la casa). “Esos detalles hacen que la comida sea diferente aunque tengas un quiche con una ensalada”, opina.
En la decoración, y con el asesoramiento de Matías, Francisca no dejó nada al azar. Cada rincón está pensado hasta lo más mínimo. En el living pusieron una biblioteca en obra, una idea que Francisca sacó de un hotel en un viaje a Berlín. Como es tan matea, siempre que ve algo que le gusta toma fotos o pide tarjetas, para tener guardados los datos. Así no se le va una. Y como dicen que lo que se hereda no se hurta, hace poco sorprendió a su hija Delfina en un cumpleaños pidiéndole a una de las animadoras, una princesa de Frozen, una tarjeta de presentación para mantener el contacto.
Siguiendo la línea de los tonos neutros, la mesa del comedor es de madera, pero con sillas negras de Enrique Concha. Además, puso plantas Nicolae en casi toda la casa, que gracias a la luz se han dado perfecto. Las lámparas las trajo casi todas de Restoration Hardware y en el living tiene un cuadro de Magdalena Vial que por los tonos “es como si hubiese sido pintado para la casa”, dice. Le gusta el arte y es fanática del pintor Alfredo Echazarreta. De hecho, en la entrada “galería” de la casa puso doce pinturas de él que representan los doce signos del zodiaco. Esta es otra de sus vetas: Francisca es medio esotérica. Como buena escorpión (al igual que su papá y su abuelo), se reconoce radical, y ya ha leído tanto de su signo que ahora está leyendo de los otros.