En la oficina de la diseñadora de interiores Mercedes Eguiguren hay planos, muestras, muchos papeles y también varias fotos de sus hijos. Todo un mundo dentro de su propio departamento. De hecho, en la mitad de esta entrevista llega Pedro, uno de los maestros con los que trabaja, con varios prototipos de lámparas hechas con fierro forjado y despuntes de coihue. También recibe frecuentemente a arquitectos y diseñadores colaboradores, además de proveedores y clientes. Es desde este lugar de donde salen todas las ideas que imprime en cada uno de sus proyectos. Hace unos años, Meche hizo la asesoría de compras para el Hotel W. También estuvo detrás del Courtyard, la versión más ejecutiva del Marriot en Kennedy. Son estas asesorías en compras lo que la tienen más ocupada por estos días. Y como Meche deja su estampa en todo lo que toca, su departamento es un reflejo fiel de su estilo. Para nada minimalista, cada rincón tiene un cuento y personalidad propia. Le encantan los objetos con historia, que además de cumplir una función, entreguen tintes únicos al ambiente. Todos eso es parte de su sello como profesional: mucho color y vida en cada espacio.
A este departamento en el barrio El Golf llegó hace casi tres años. Se cambió junto a su marido y sus hijos cuando se dio cuenta que los trayectos que debían tomar diariamente se hacían cada vez mas largos. Como el departamento está a pasos del metro, no lo pensó dos veces. “Hace rato que tenía ganas de vivir mas cerca del centro de la ciudad. Al principio todo el mundo estaba feliz menos yo, echaba de menos el jardín terriblemente. Pero después uno se acostumbra: el jardín fue remplazado por los espacios verdes públicos y la vida de barrio, y las facilidades de vivir en un departamento son tantas”, dice. Por ejemplo, en la semana casi no usan el auto, y cuando quieren salir de Santiago, cierran la puerta y parten tranquilamente. Además su living y comedor se han transformado en el punto de encuentro de sus amigos en las noches y en el centro de los grupos de estudio de sus hijos.
Para que el lugar quedara como esta hoy, súper acogedor y cálido, Meche tuvo que remodelar varios espacios; por ejemplo amplió la cocina y cambió los baños y clósets. Y después hizo lo que mejor sabe hacer: armó y decoró. Para el comedor y el living diseñó unos estantes en obra, que hoy están llenos de libros, fotos enmarcadas, y distintos objetos que la familia ha ido coleccionando a través de los años. Puso papeles murales con patrones diferentes para darle una personalidad especial a cada lugar: en la entrada es rayado, el de la pieza de uno de sus hijos es con zig-zag, el de su pieza floreado y el de su oficina es más vanguardista, con patrones geométricos azules. En la cocina, mandó a hacer muebles lacados grises y puso cubiertas de mármol carrara, además de una mesa de madera como comedor de diario, que le da más calidez al lugar. Cambió las puertas del departamento, y mandó a hacer una cama con respaldo de cuero que la da un toque atemporal a su pieza. Lo que más le gusta del resultado son los dormitorios, porque como cada espacio de su departamento, tienen cada uno su propia identidad.
Su estilo lo ha ido armando con el paso del tiempo. Haber vivido en Nueva York y Londres (en la primera ciudad estuvo con su familia cinco años en la década del 2000 y en la segunda tres años a fines de los años 80) sin duda también hicieron lo suyo en su trabajo. Si tuviera que elegir un lugar, no podría decidir entre una de las dos; pero si de diseño se trata, dice que admira el buen gusto y lo audaces que son los ingleses. Su lámpara de comedor, un candelabro que tiene un globo aerostático, la compró allá.