Sus 70 m2 fueron los que conquistaron a Mercedes Calvo. Hace años que estaba en búsqueda de algún refugio “chiquitito y familiar, donde pudieran estar todos juntos, calentitos y apretujaditos”, dice. Por su pasión por esquiar, siempre habían arrendado en La Parva, en el Colorado y hasta en Portillo, pero hace 13 años encontró un departamento pequeño frente a Las Flores, perfecto para comprar. Aunque lo cambió casi por completo.
Comenzó por eliminar la cocina: “En mi familia todos cocinamos, entonces queríamos algo integrado en que todos pudieran participar. Por eso, boté la que estaba y así pude agrandar el living”. De esa manera, un mesón de granito oscuro con horno y lavaplatos, tiene lo necesario para que los cuatro niños y sus padres puedan desarrollar sus habilidades culinarias. Rito sagrado después de una jornada de esquí. El oregón que reviste a las puertas y cajones, permite que el mesón pase casi desapercibido como un mueble más del living.
En las piezas, levantó los techos y eliminó las puertas de los closets, lo que permitió que los espacios respiraran. También logró agrandar uno de los baños, botando más paredes y vigas. Todas estas ideas se le ocurrieron a la misma Mercedes, pero se hizo asesorar por la arquitecta Marianne Baltze. La decoración también es obra de la misma dueña de casa. Destacan por sobre todo las pieles tanto en las sillas de la terraza, como en los pisos del comedor, sillones del living y sobre la cama de la pieza principal: “Todo tiene relación con la piel, con el calor. Eso es lo que más me atrae en un lugar donde hace frío. Para mí, lo más importante, es poder sentarse en una terraza con una piel y sentirse calentita”, dice.
Afuera, además de pieles hay una moderna parrilla eléctrica, que siempre está prendida. Alrededor de ella hacen aperitivos hasta que cae la última luz poniente que ilumina la impactante vista hacia Santiago, el Colorado
y Las Flores.