Esta familia ha esquiado siempre, todos desde chicos. “Al principio íbamos al refugio de la familia de mi marido, luego nos empezamos a multiplicar, éramos muchos para compartirlo, así es que compramos nuestro primer refugio, chico pero rico. Cuando los niños empezaron a crecer tuvimos que cambiarnos, y llegamos a este, que es donde llevamos ya varios años», cuenta la dueña de casa.
En conjunto con María José Duch hicieron la decoración. “La idea era darle una onda de cabaña rústica, bien acogedora y por sobre todo cariñosa: con mucho calor de hogar. Este ha sido el lugar donde hemos pasados los momentos familiares más ricos y felices, un punto de encuentro importante, donde hemos hecho familia”, dice.
En la entrada hay un panel de fotos, objetos antiguos y recuerdos familiares.
Todos los muros están recubiertos de maderas viejas rescatadas de galpones del sur, la única intervención fue integrar la cocina “para así poder estar todos más juntos y crear un ambiente relajado, con una dinámica muy informal donde todos participamos, cocinamos, nos reímos y nos entretenemos mucho”.