No importa la época del año, la entrada de la casa de Josefina Passalacqua siempre está verde. Con el talento que la caracteriza, esta paisajista supo hacer de cada espacio exterior un jardín. Tuliperos, magnolios, laureles de comer, viburnum, agapanthos y cipreses son algunas de las especies que están puestas con una arquitectura algo geométrica, que se suelta con el movimiento de los árboles, la diversidad de maceteros y las esculturas de gansos que tiene dispuestas por ahí. El lugar es ideal para disfrutar del aire libre tanto en los días fríos como los calurosos, por lo que predominan los espacios para estar. Cada pieza del primer piso tiene salida a una terraza en obra, porque para ella la estética exterior es tan importante como la interior.
Al entrar a la casa, todos se van directo al living, un lugar siempre abierto, cálido, en donde las luces y la música están siempre prendidas. “Acá pasa de todo, se ve televisión, a veces comemos, se toca piano, y si hay invitados, los niños están con nosotros. Es nuestra salita de estar”, dice.
Compraron la casa hace cuatro años y la hicieron prácticamente de nuevo. El primer requisito para los arquitectos del estudio Valdés era que el living tuviera doble altura y un ventanal alto para aprovechar la vista privilegiada que tiene al cerro Manquehue. También era importante para ellos que los espacios, aunque fueran pocos, se mantuvieran amplios, para que sus cuatro hijos puedan compartir con sus amigos.
El día a día se pasa entre la pieza de estudio, la salita de música –donde además de tocar los más variados instrumentos, hacen clases de yoga, de teatro, cine, etc.– y el living. Todo el año aprovechan además la terraza, que tiene un bar y un quincho muy acogedor. Las piezas son sólo para dormir…
Josefina se ha hecho cargo de la decoración, lo que no ha sido instantáneo. “Primero tenía que entender la casa, vivirla. Uno no puede llegar con todo nuevo sin saber cómo se mueve dentro del espacio”. Cuenta que esperó dos años antes de empezar y siente que aún no termina. Para inspirarse ha recolectado un montón de imágenes –en general de estilo francés–, y recorre frecuentemente anticuarios y tiendas de género –su debilidad son los tapices–.
La Jose tiene una fascinación por la estética y un muy buen gusto, los que la han llevado a ir más allá de los jardines. Como anécdota cuenta que, al conocer su casa, un amigo le pidió que decorara su tienda de ropa, Dimensión Azul. Pese a no tener experiencia, lo hizo y le encantó: “Lo volvería a hacer feliz”.
Esta casa tiene el estilo acogedor y achoclonado que tanto caracteriza a su dueña. Más allá de un lugar lindo y bien decorado, ella ha logrado crear un ambiente agradable en el que dan ganas de estar. “Me acuerdo que cuando chica en mi casa siempre estaba la chimenea prendida y el living abierto con la música fuerte. Siento que cuando uno está en un lugar los sentidos son súper importantes, el fuego, las velas, la música, las flores…”. Otra cosa que heredó de la casa de sus papás es ese gusto por estar siempre llena de visitas. “Estoy acostumbrada al choclón, para mí 30 personas no es nada. Me encanta invitar y atender yo. No importa si tengo que poner todos los platos, las copas y cubiertos distintos, o la mesa a la americana… Siento que la gente se queda con el ambiente, mucho más que con la comida o la elegancia de un lugar”.