Una vez al mes y durante una semana, el aristocrático escandinavo Tord Dyrssen pisa tierra británica. Se traslada a su residencia en Connaught Village, en Londres, desde cualquiera de las otras tres ciudades donde vive: Ginebra, Estocolmo o Biarritz. “Cada vez que llego, me siento feliz. Es un lugar que asocio a agradables veladas delante de la chimenea, largas caminatas por el Hyde Park, el teatro, y por supuesto, los fantásticos restoranes y tiendas. Así que, aunque vengo principalmente para reuniones de trabajo y negocios, siempre lo combino con el placer. Me pongo al día en la vida cultural y aprovecho de ver a mis amigos”, dice.
Cuenta que cada una de sus casas es muy diferente. Se construyeron en distintas épocas y también son muy disímiles en cuanto a diseño interior y tamaño. Lo único que confiesa las une es el uso de una paleta de colores neutros y la mezcla de muebles antiguos y piezas modernas, así como su cuota ecléctica de arte. “Mis casas son confortables refugios de una pieza, ya que tengo una vida profesional y personal agitada e intensa”.
Aunque vive en Londres desde 1993, no es la primera casa que tiene en la ciudad. Hace ocho años quiso cambiarse, pero no sabía muy bien a qué zona. Fue un amigo quien encontró este lugar. Le dijo una y otra vez que había visto el departamento perfecto para él. Sin embargo, Dyrssen le respondió que no le interesaba. Fue tanta su insistencia que terminó yéndolo a ver. Cuando lo pisó se dio cuenta del porqué de toda esa reiteración y porfía. La ubicación y la vista, pero además su potencial.
Originalmente era una casa tradicional de familia construida en 1820, de cuatro pisos, fachada continua y situada frente a una plaza ajardinada. El edificio está dividido en cuatro departamentos, y el del segundo piso es el suyo, con una linda vista a Hyde Park y muy cercano a sus oficinas en Bond Street. Son 75 metros cuadrados. “Un gran departamento pied-à-terre de un dormitorio”, dice.
Además está en un barrio encantador, con buenos restoranes y “el mejor café de Londres, el Cocomaya”, asegura, así como una tienda de delicatessen, otra de vinos, galerías de arte y una floristería. Hasta tiene algunos vecinos famosos, como Tony Blair y su esposa Cherie, o la cantante de ópera Kiri Te Kanawa. “Es un mini pueblo dentro de Londres”, explica.
Tord es abierto y positivo. Sus intereses son muy amplios. Algunos son intelectuales y otros algo superficiales. “Como la mayoría de la gente”, aclara. Le gusta la música, el arte, el diseño, la literatura y el estilo, pero además los verdaderos valores han sido siempre vitales para él: la familia, sus amigos y el contacto con la naturaleza. A menudo sale con ellos a comer en cualquiera de los buenos restoranes de la zona. A veces, aunque recalca “raramente”, prepara algo él mismo los fines de semana. Cuando está en casa en todo momento tiene música puesta. La clásica y el jazz son las notas recurrentes que escucha. Siempre va a caminar por el parque, y en ocasiones hasta pide prestados los caballos de sus amigos para un paseo a primera hora de la mañana en este mismo lugar, “mientras el sol sale y la ciudad se despierta. ¡Es simplemente hermoso!”, afirma.
Cuando hablamos de decoración, Tord aclara que lo suyo es una “mezcla ecléctica”. Cuenta que le encanta ir a tiendas de antigüedades, de diseño moderno y mercados de pulgas; de hecho algunas de sus mejores piezas fueron encontradas en estos últimos. Otras, en tanto, son traídas de sus múltiples viajes por el mundo. Las más apreciadas son la mesa de comedor art decó comprada en París; las sillas originales que utilizaban en las oficinas de la dirección del mítico gran almacén Le Bon Marché, y que se las arregló para comprar apenas supo que lo iban a redecorar; las sillas de cebra del dormitorio, que fueron su primera compra para un departamento en la época de la universidad; y el sofá y la mesa de centro de Josef Frank, producidos por la empresa de diseño de interiores sueco Svenskt Tenn.
En Londres tiene algunos muebles antiguos y obras de arte heredados, principalmente art decó y de la década de los 30, junto a grandes y cómodos sofás modernos de George Smith. Los retratos de su aristocrática familia no podían faltar. Una de sus obras predilectas es la pintura al óleo de los caballos de la finca familiar en Suecia, pintado por el mejor amigo de su abuelo, su tío abuelo Thorsten Dyrssen. Pero no es lo único: Tord se jacta de tener una obra de arte de origen chileno en su departamento, la escultura de Fernando Casasempere. Así de simple es.