Seis diseños pasaron por la cabeza del arquitecto Nicolás del Río antes de llegar al definitivo. Por alguna razón, proyectar este refugio en Las Trancas, en la Región del Biobío, le costó más de lo normal: “Quería recuperar muchas ideas de la arquitectura que conocí de chico”, dice en relación a las temporadas que vivió en Austria, de donde viene parte de su familia. Pero una cosa sí estaba clara: fiel a la propuesta que ha mostrado en sus más de 15 años de trayectoria, la sustentabilidad sería el camino.
Máster en Edificación Sustentable por la Universidad de Oxford Brookes, Inglaterra, Del Río sabe que es un concepto que genera escepticismo. “En un comienzo a todo el mundo le parece razonable tomar decisiones de bajo impacto ambiental, pero al poco andar, las dudas sobre el resultado, costos y otros juegan en contra”. Por otra parte, la palabra sustentabilidad ha sido tan mal usada que ha perdido sentido. “Muchas veces la arquitectura impone caprichos y subvalora la calidad de vida del habitante. Pero cuando el ocupante se vuelve a poner al centro de la conversación, la sustentabilidad vuelve a ser importante, porque lo que busca es crear beneficios, ahorros y, finalmente, mayor bienestar a la persona”.
El refugio La Dacha se construyó sobre piedra volcánica y en medio de un bosque, cuidando tener una mínima irrupción en la topografía natural. Diseñado en forma de V, el acceso principal es a través de un puente que lleva a las áreas comunes del tercer piso: terraza, living y comedor. En los dos primeros están los dormitorios. Hay grandes ventanales por todos lados, haciendo de esta casa un lugar iluminado, cálido y de vistas maravillosas; no necesita mucha decoración y, como es de esperar, no hay televisión ni ningún gadget digital. Con la naturaleza basta y sobra.
En cuanto a los materiales, el arquitecto eligió lo local: roble para la estructura y lingue para el enchapado interior. Luego usó la técnica japonesa llamada shou sugi ban para el tratamiento de la madera exterior. “Antes de que existieran la pintura y los químicos, lo que se hacía para evitar que las tablas se pudrieran y dañaran era generar una fina capa protectora a través de la quema. Es un proceso súper difícil que he ido investigando y espero perfeccionar con los años, pero que ha mostrado ser muy efectivo”, explica.
El sistema de calefacción ha llamado la atención de quienes ya lo han visitado: a pesar de ser muy común en Europa central desde la Edad Media, el llamado “horno masivo” o estufa de cerámica ha sido una gran revelación en Chile. “El horno que construimos para La Dacha entiendo que fue uno de los primeros hechos acá. Además de ser menos contaminante que una estufa a leña, es muchísimo más eficiente, porque en vez de calentar el aire, calienta elementos de alta inercia térmica como la piedra, el ladrillo y la cerámica”. En otras palabras, permite que el calor se distribuya de manera uniforme y se mantenga por diez horas.
Siendo un hombre de montaña –sus abuelos fueron además de los primeros en construirse un refugio en Farellones– Nicolás del Río y su oficina DRAA son hoy reconocidos por el particular foco en los proyectos que fusionan el diseño moderno de los Andes con el más tradicional de los Alpes, así como el empuje que de a poco le sigue dando a la sustentabilidad en Chile. “Lo principal para que este camino sea exitoso es tener a todo un equipo alineado desde el día cero, partiendo por el cliente. Todavía nos falta para eso, falta que madure la industria de la construcción, de las regulaciones, las certificaciones… los especialistas tenemos que estar atentos a provocar y esperar ese momento”.