Grandes sofás azules y baldosas de inspiración marroquí con detalles amarillos son los encargados de dar la bienvenida a todos quienes llegan hasta el hotel Casa Laguna, en California. Estas casas, construidas en 1920 por los arquitectos Frank Miller y Arthur Benton, fueron concebidas originalmente como una residencia privada para la señora de Miller, lo que explica esa atmósfera familiar que hasta el día de hoy, casi 100 años después, todavía se siente al entrar.
Y aunque lleva años convertida en hotel, el gran cambio se produjo en 2016, cuando fue comprado por PRG Hospitality, dueños de varios hoteles en Estados Unidos. Para darle nueva vida a este lugar, contrataron al reconocido decorador Martyn Lawrence Bullard –que ha trabajado con celebridades como Ellen Pompeo y Kim y Khloé Kardashian, y decorado hoteles alrededor del mundo–, convirtiéndose en uno de los destinos que hay que visitar sí o sí en un viaje a California. Además, la casa fue reconocida en el 2000 como una estructura histórica por la ciudad.
“Diseñé este pequeño, pero encantador, hotel boutique con la idea de capturar la esencia del estilo arquitectónico y la magia de su ubicación junto al océano, mezclando atrevidos patrones moriscos tradicionales en paneles a gran escala, con una paleta de color de azules y dorados, junto a toques de terracota vintage y muebles poco convencionales hechos a medida”, cuenta el decorador.
El resultado es un espacio que celebra su arquitectura colonial española, pero con mucho color y una visión más moderna del estilo. Y eso se debe en gran parte al trabajo de Bullard con los textiles –en su mayoría linos y algodones diseñados por él– y las clásicas baldosas. “El lujo moderno es la comodidad”, dice el decorador, por eso pusieron especial énfasis en lograr espacios acogedores, donde los visitantes se sienten cómodos y donde, sobre todo, se siente esa atmósfera relajada y playera, tan californiana.
El hotel tiene 23 piezas, incluidas cinco suites. Pero si lo que buscan es algo más privado, también está el bungalow, una especie de casa de invitados con un jardín privado, un sauna, un living y una pequeña cocina, perfecto para olvidarse del mundo. Quienes han ido al Casa Laguna, dicen que un paseo por los jardines con un bellini en la mano, es todo lo que se necesita (y que casi hace olvidar que el mar está al otro lado de la calle…). Una experiencia que sin duda hay que poner a prueba. “Las vistas y la brisa del océano, las terrazas con su paisajismo exuberante para descansar o comer, y la naturaleza pintoresca de la piscina esculpida en la ladera, hacen de ésta una experiencia memorable”, dice el decorador.
Para disfrutar del lugar al máximo, lo mejor es olvidarse del auto y dedicarse a recorrer Laguna, sin preocupaciones, en modo luna de miel completamente. La playa Victoria es un destino perfecto, sin muchos turistas, y al que se puede llegar caminando. Acostarse en la arena a leer un libro, o disfrutar del mar, es la única decisión que hay que tomar en ese escenario.
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