A Juan Martínez siempre le gustó la arquitectura, de hecho intentó estudiar la carrera dos veces en su vida. Por eso, cuando tuvo que elegir a alguien para diseñar su casa en Vitacura no dudó en buscar a un gran talento. Smiljan Radic, Sebastián Irarrázaval y Mathias Klotz eran las alternativas.
El proyecto que tenían en la cabeza con su señora, Andrea Pastorino, era el de un lugar que fuera lo “más funcional posible, cómodo, casi como una casa de vacaciones en Santiago”. Además, el desafío era que, en un terreno de mil metros, había que hacer una casa para ellos y otra para la familia que viviría al lado, con quienes siempre han compartido.
Cada arquitecto les mostró un poco sobre su trabajo. Sin embargo, les bastó ver una sola casa de Smiljan Radic para darse cuenta de que era el indicado. “Cuando entramos quedamos todos impactados, la casa era increíble, realmente preciosa”, cuenta Juan.
Se juntaron a conversar sobre los espacios y los materiales que les gustaban, para Juan y Andrea lo importante era que la casa, aun siendo moderna, fuera cálida. La madera surgió como el elemento central para lograr ese objetivo y, también, el hormigón. La idea era generar contrastes entre lo rústico y los objetos de decoración.
“Cuando uno trabaja con un arquitecto reconocido no es que empieces a decirles qué tipo de casa te gusta o a mostrarle casas, para eso hay otras personas que se acomodan. En el caso de Smiljan había que aprovechar al arquitecto, porque él sabe mucho más que uno”.
Juan trabajó como director de una agencia de publicidad por muchos años, pero dio un giro a su vida. Hoy se dedica a la pintura, pinta cuatro días a la semana y no tiene horarios, tampoco celular. Por eso, para él era indispensable que su casa tuviera un taller. Ese requisito significó que el techo del segundo piso tuviera una altura especial (tres metros), para que sus cuadros pudieran entrar sin problemas. Además, el espacio tiene una iluminación cenital, así entra la luz de la mañana.
Él no es el único artista de la familia. Junto a Juan y Andrea viven sus dos hijas menores, Paula y Paz, la primera estudiante de arte y la segunda de arquitectura. Su hijo mayor, Diego, fue quien le enseñó a Juan la técnica y dos de sus sobrinos también son pintores. Algo que se puede ver en cada rincón de la casa. Al subir por la escalera hasta las piezas, y entrar a cada una, nos encontramos con muchos tesoros. Cuadros y ejercicios de la familia que están expuestos y se mezclan con otros de grandes autores, como Cienfuegos.
También, en el pasillo, se puede ver un trabajo de Diego llamado Search. Este ejercicio consistió en que en el buscador de Google escribió Diego Martínez y pintó con óleo 100 imágenes, escala uno a uno, de lo que arrojó el computador. Las claraboyas del cielo ayudan a que entre la luz y las ilumine como si fuera un museo, ya que en la casa no hay ninguna ventana que dé al poniente.
Además del arte, en la casa de Juan Martínez se puede ver un gusto especial por la decoración. “No me ayudó nadie. A mí me gusta el diseño, buscar objetos: sillones, mesas, sillas, me entretiene. Siempre estoy mirando si veo algo bonito. No me doy muchos lujos, pero el diseño es uno. Además, cuento con el consentimiento de mi señora”.
Mientras se construían la casa, Juan fue buscando las cosas que necesitaba, ya tenía perfectamente claro lo que iba a hacer. El punto más difícil para él fue el jardín, un tema sobre el cual no tenía muchos conocimientos. Las paisajistas Teresa Errázuriz y Catalina Sotomayor estuvieron a cargo y Smiljan recomendó intentar meter los liquidámbar de la calle a la casa, para que el límite no fuera en la reja, sino que se ampliara.
Finalmente, el espacio más importante y el que más se usa de la casa es el living y el comedor, un gran ambiente, con cocina integrada, que se conecta por una puerta de vidrio con la terraza, donde pasan las tardes de verano. “Yo cocino un poco, hago pan, cosas así, y es súper rico poder hacerlo sin estar encerrado”, dice Juan, quien también asegura que una de las cosas que más valora de su casa es lo abierta que es, “aquí nadie se puede esconder”.