El encargo que los dueños le hicieron a Fernando Ruiz era el “sueño del pibe” de cualquier decorador. Ellos estaban buscando departamento cuando vieron una revista ED donde aparecía su trabajo y dijeron “esto es lo que nosotros queremos lograr”. La misión era hacerse cargo de toda la decoración del nuevo lugar donde vivirían y escoger qué debían llevarse con ellos en el traslado de una casa muy grande a un departamento de la mitad de metros. Además, Fernando tendría que decidir qué debían comprar para rejuvenecer los espacios. Había total libertad para el proyecto.
La idea principal era “conseguir un mix entre lo antiguo y lo moderno para que no fuera una casa museo ni galería, por la cantidad de obras de arte, antigüedades y objetos, y equilibrar la cosa ya sea con diseño, con color para algo más contemporáneo y más actual, del siglo XXI”, cuenta el decorador. “Fue muy gratificante que dos personas con el ojo tan pulido tuvieran guardado un reportaje tuyo y dijeran esta es la persona con la que queremos trabajar”.
Fernando fue a la casa a seleccionar qué se iba y que no, “siempre con una comunicación increíble con los dueños de casa, tuvimos química desde el primer día”. También, participó de una serie de detalles del departamento, que lo habían comprado recién y le hicieron algunos cambios, como sacar puertas y unificar espacios.
La razón para la mudanza era que los dueños de casa viven parte del año en Bélgica, donde tienen un departamento. Ella es descendiente de belgas y querían tener más libertad, cerrar el departamento y partir, sobre todo en esta segunda etapa de la vida en la que se encuentran.
Se demoraron un año en terminar el proyecto, que incluyó la restauración de muchas cosas y un viaje a Bélgica a comprar todo lo que les faltaba. Viajaron los tres. Ellos tenían un amigo que tenía una tienda allá, “un equivalente a Interdesign en Chile, por poner un ejemplo, que tiene todas las mejores marcas italianas y francesas”, cuenta Fernando. Allá se encontraron con un universo de opciones, la visita se convirtió en una experiencia imborrable y un recuerdo entretenido.
También ayudó al decorador a conocerlos más. Los dueños de casa llevan muchos años juntos pero cada uno tiene sus gustos marcados, y Fernando tuvo que escuchar lo que querían para su casa, pero también para sus espacios personales. Así, transformó el escritorio de él en una pieza súper masculina y más oscura, donde un escritorio antiguo, estilo francés con toques de dorado, es el protagonista y en las paredes se puede ver platería mapuche colgada sobre lienzos de terciopelo rojo. Para ella, la decisión fue totalmente la contraria, su salita es luminosa y de estilo nórdico. Ahí hay un sofá de cuero color beige claro que sirve para ver televisión, sentarse, dormir y, también, una alfombra de pelo italiana, Flokati.
“Me gusta el tema de que la gente tenga poco pero bueno”, cuenta Fernando Ruiz. Y, en este caso, eso fue tarea fácil. Los dueños de casa tenían un gusto sofisticado y entendían de diseño. Fueron respetuosos del profesionalismo del decorador y le dieron libertad sin la necesidad de dar explicaciones, porque “se subentendía que era lo que correspondía”. Formaron un buen equipo.