La vida de Michelle Nussbaumer está llena de anécdotas, pero, por sobre todo, de viajes. Y aunque una inspiración basada en el mundo y sus países podría parecer algo común, su vida y proyectos no tienen nada de eso. Nacida en Texas, su carrera no tuvo el clásico comienzo de la mayoría de los diseñadores. Nussbaumer estudiaba teatro en la Southern Methodist University cuando tuvo que hacer un ramo sobre diseño de escenografías y se dio cuenta que eso era lo que realmente le gustaba. Se cambió de profesión, pero no fue hasta su llegada a Roma cuando su carrera realmente comenzó.
Tras conocer al productor de cine Bernard Nussbaumer y salir durante un año, decidieron casarse. Fue amor a primera vista, dicen algunas publicaciones de la época; su matrimonio fue tema de varias crónicas, como también su vestido. A los 25 años partió con él a Italia.
“Mi vecino a un lado era el director de cine Franco Zeffirelli y al otro, Valentino. Creo que me influenciaron mucho, también el trabajo del arquitecto Renzo Mongiardino, que hizo sus casas. Para mí, él fue una gran inspiración y también para mi trabajo. El solo hecho de ver estas casas italianas y su uso del color, la autenticidad”, nos cuenta Michelle.
Fue allá donde amplió sus horizontes en términos de decoración, hizo su casa y sus amigos comenzaron a pedirle que los ayudara con las suyas. Sin embargo, unos años después, y ya con cuatro hijos, volvieron a Estados Unidos, específicamente a Los Angeles. Ya instalada, abrió una tienda junto con unas amigas; la idea era entre todas poder compatibilizar la vida familiar con el trabajo que tanto les gustaba. Además de viajar recolectando tesoros de diferentes culturas y épocas, Michelle hacía proyectos de diseño de interiores.
Pero cuando todo parecía ir bien, decidieron irse a Dallas. Ahí abrió una tienda chica, la que atendía hasta las tres de la tarde, hora en la que tenía que hacer el turno para ir a buscar a sus hijos. Esa misma tienda fue creciendo y creciendo, se trasladó de ubicación, y se convirtió en el Ceylon et Cie que existe hoy, una marca de decoración y muebles, que también alberga una línea de textiles llamada Michelle Nussbaumer.
Todo en su tienda, como en sus proyectos, tiene el sello de Michelle, que aunque busca inspiración y diseño en los países que visita, principalmente México, India, en Europa y Marruecos, tiene un gusto definido, donde el minimalismo no tiene cabida. En su trabajo reina el uso de patrones de manera inesperada, junto a una paleta atrevida de colores. “Fantasía y drama” es lo que le gusta crear; “Ancestral collective” es la forma en que describe su estilo.
“Cuando hago un proyecto reviso todos mis archivos y me fijo en la forma en que esto se hizo en un país o en otro y de alguna forma lo cambio. Tengo muchas fotos para inspiración y dibujos que hago desde los 80. Siempre ando con carpetas y las miro como referencia. En cada trabajo investigo mucho, incluso investigación histórica o arquitectónica. Me gusta que mis proyectos no se sientan como una reproducción de algo, pero sí como una versión moderna de mis inspiraciones”, explica desde Dallas.
Su estilo único ha sido celebrado por algunas de las publicaciones más importantes, y también puede verse en su libro Wanderlust: Interiors That Bring The World Home, de la editorial Rizzoli, donde su gran cantidad de historias se mezcla con sus proyectos alrededor del mundo, incluidas dos de sus casas, una en Dallas y otra en Suiza, imágenes que le darán al lector una idea de la exuberancia de su estética.
Hoy está trabajando en un próximo libro y le gustaría hacer más. Además, tiene un proyecto en el campo en Inglaterra, otros en México, donde tiene su propia hacienda, está en conversaciones para hacer un hotel en Egipto, le está haciendo su segunda casa a una clienta en Dallas y tiene una nueva línea de telas y una de iluminación por salir. De todas formas, asegura que se toma el tiempo para cada proyecto y que cree que de a poco irá trabajando sólo en uno o dos grandes al año.
Es que esa misma dedicación que le entrega a todo lo que hace, la tiene también a la hora de conocer a sus clientes. A Michelle le gusta llegar al fondo de lo que ellos quieren y necesitan, para que finalmente el proyecto los represente a ellos. “Es muy importante que las personas se sientan felices en su casa. Me carga la idea de seguir tendencias, creo que una casa debería realmente reflejar a las personas que viven en ella. Mi trabajo como diseñadora es lograr que lo consigan”, asegura.
“Tu pieza, por ejemplo, debería reflejar todo lo que amas. Si te gusta el azul, está bien y si te gusta el naranjo brillante, que sea naranjo brillante. Me carga esta idea de que todo el mundo cree que la pieza debería ser calmada: hay gente que no siente calma en una pieza clara. Debes hacer lo que te haga feliz cuando entras a la casa. El mundo está tan difícil, que cuando llegas a tu casa debería ser un santuario de felicidad”.
* Este artículo fue publicado originalmente en julio de 2019, y corresponde a la edición ED 320.