Palmeras, buganvilias y cactus rodean esta construcción de 200 metros cuadrados en la localidad de Lanzarote, en las Islas Canarias. Y su dueño es nada menos que el supermodelo Jon Kortajarena. “Esta casa es como mi personalidad: glamorosa por fuera y austera, íntima y sobria en su interior”, cuenta.
La casa, ubicada en medio de un paisaje desértico, convive con su entorno de manera natural y la arquitectura aporta a la estética que la rodea: una construcción de los años 70 renovada por el arquitecto José María Sánchez Pérez, especialmente para el dueño de casa. La remodelación estuvo a cargo de una íntima amiga de Kortajarena, Morena Bucher. “El proceso de renovación fue natural y bastante espontáneo, junto a Morena incorporé las peculiaridades y anomalías que surgieron durante la restauración y ampliación de una simple casa setentera”, cuenta. Además, dice que a la hora de decorar este lugar no buscaba un decorador, sino a una persona creativa y con buen gusto. “Buscaba a alguien que me conociera bien y me ayudara a crear un clima estético muy específico, un espacio íntimo y personal, dotado de una elegancia sobria, intrínseca y auténtica”, sostiene. “Era fundamental que primara la luminosidad para crear un ámbito impregnado de cielo y de mar, que permitiera un diálogo fluido y constante entre interior y exterior”.
La casa, con las paredes sin pintar, suelos de cemento agrietado, tejidos descoloridos por el sol y materiales corroídos por el viento, ha sido una gran maestra para Kortajarena. “Me ha enseñado a apreciar las imperfecciones que provoca el paso del tiempo”. Cuenta también que la opción fue aceptar las limitaciones de la casa en vez de corregirlas. Es por eso que sus terminaciones no son lisas, los muros irregulares hacen de este espacio uno que le ha permitido al modelo alejarse, como él mismo sostiene, de las preocupaciones de su profesión y encontrar aquí la belleza de las cosas simples. “Es más, decidimos intencionalmente olvidar los patrones perfectos y las corrientes de la decoración, y buscar una simplicidad atemporal para crear una sensación de armonía, un espacio poético que destilara paz e invitara a la introspección”, cuenta.
El interior de la casa combina lo minimalista con la calidez que aportan objetos muy personales, como las decenas de recuerdos y objetos vintage, que ha recolectado por el mundo gracias a sus innumerables viajes y que tienen algún significado especial para el modelo.
Al preguntarle por el significado del nombre de este lugar, cuenta que Casa Sua significa “Casa de Fuego” en euskera. “Y además es una linda forma de dar la bienvenida a mi gente”, concluye.