La costa de este lugar en la Región de Coquimbo, llamada Ocho Quebradas, ha sido el escenario perfecto para el proyecto arquitectónico más vanguardista del último tiempo: Ochoalcubo.
El primer gran lujo fue contar con el renombrado arquitecto japonés Ryue Nishizawa, ganador de un Pritzker, para proyectar una casa de características muy especiales. “Se escogió con la curatoría de Toyo Ito, junto a los otros siete japoneses de esta etapa. Su obra es preciosa. Para nosotros Nishizawa es realmente lo más grande”, afirma el director de Ochoalcubo, Philippe Godoy. La gracia de este conocido proyecto arquitectónico, sostiene Philippe, es que cada arquitecto extranjero tiene que tener una contraparte chilena. En el caso de esta casa, fue Eric Meinardus.
La casa, llena de increíbles formas, curvas y rincones, es una verdadera proyección de las olas y dunas del paisaje, lo que hace que se mimetice con su entorno. El espacio interior es impresionante. El techo tiene muy pocos apoyos y no hay muros divisorios. Eso da un gran dinamismo espacial. Los detalles de diseño se ven en todos lados. No hay nada al azar. La habitación principal, bajo tierra, enfrenta el mar desde una posición de resguardo. “Los japoneses consideran la naturaleza como lo más importante. La arquitectura tiene, entonces, que tratar se seguirla y adaptarse, no imponerse a ella”, cuenta.
Dice también que lo que se priorizó a la hora de proyectar esta casa fue que tuviera el sello inconfundible de Nishizawa y que pudiera crear con total libertad. “La idea era colonizar una pequeña península del sitio, muy angosta”, sostiene Godoy.
Dentro de los desafíos que hubo que sortear en su etapa de construcción estuvo la increíble geometría del techo, que implicaba una construcción difícil y compleja. “Optamos por trabajar con el modelo 3D, entonces hicimos una grilla en el piso y en cada punto levantamos una alzaprima con la altura exacta según el modelo. Al final teníamos un bosque ultra denso de alzaprimas para sostener el encofrado. Fue increíble”, concluye.