Después de recorrer las islas Cícladas, en Grecia, Andrew Sheinman –fundador del estudio de diseño interior inglés Pembrooke & Ives– y su señora, Helen, ya se habían enamorado de Serifos. Mientras arrendaban un departamento en Chora, el principal pueblo de esta isla, la pareja decidió recorrer los alrededores en yate. Fue ahí, con los ojos entrecerrados ante el sol de la mañana, que encontraron una casa sin pretensiones, que se mimetizaba con el paisaje rocoso, y que había sido construida a principios de los 90 por un matrimonio de atenienses. Claro que ni Andrew ni Helen era ajenos a Grecia. Ella, aunque nacida y criada en Londres, viene de una familia greco-chipriota. Y él había visitado Grecia por primera vez a los 13 años, cuando un compañero lo invitó a un crucero por el Mar Egeo.
Ansiosos por construir un escape a su ajetreada vida en Manhattan junto a sus dos hijas, Alexia e Isabel, compraron esta construcción en 2005, no sin antes prometer a sus dueños originales que mantendrían la estructura principal intacta y que sólo irían haciendo modificaciones “con gracia”.
15 años después, la casa construida en piedra ha ido cambiando, pero siempre han logrado mantener ese espíritu griego, trabajando con materiales locales y artesanos de la zona. Aunque si hay algo que grita Grecia apenas se pone un pie en este lugar es el relajo que se siente. Sus dueños cuentan que la única forma en que miden el tiempo es gracias a los ferrys que pasan justo frente a la construcción: después de tantos años aquí, conocen el horario y así pueden saber la hora.
Desde que compraron la casa, tenían una cosa clara: querían crear un espacio para convidar, entretener y reunir a la familia y a los amigos en un solo lugar. “Queríamos que la casa se sintiera cómoda y fácil de usar, y al mismo tiempo fuera fresca y contemporánea”, cuenta Andrew.
El espacio favorito de los dueños de casa es el dormitorio principal, la última adición a esta casa. “Agregamos puertas francesas en lugar de ventanas, para que haya una conexión perfecta con el exterior. Es la habitación más cercana al agua, por lo que se siente como estar en un bote. Te despiertas con el sonido de las olas y la brisa que viene del océano”, cuentan.
También han agregado varias otras piezas y espacios multifuncionales en el exterior, para cocinar, comer o simplemente disfrutar, además de vegetación: limoneros, parras, olivos y hierbas han ido poblando el jardín. Y es que, como la mayoría de las residencias griegas convencionales, esta casa está diseñada para llevar a todos quienes la visitan al exterior. “Una progresión de terrazas y porches se despliegan naturalmente desde la estructura. Son el escenario de numerosos y largos períodos de calma, lectura, descanso, yoga y baños de sol”, cuentan sus dueños. No es difícil imaginar a Helen, quien aparte de haber hecho un libro sobre cocina griega, es instructora de yoga, haciendo un saludo al sol con vista a la isla de Sifnos en el horizonte.
Claro que este proyecto tuvo dos grandes desafíos: el primero fue lograr hacer todo a la distancia, desde su casa en Nueva York, incluyendo los intrincados detalles de diseño. “Por suerte tuvimos Facetime y teléfonos con cámaras, ¡además de un gran constructor!”, confiesa Andrew. Y el segundo, fueron los elementos naturales, como el duro verano y los fuertes vientos. Finalmente, lograron crear varios espacios al aire libre, sombreados y protegidos, para que, sin importar el clima o la hora del día, siempre puedan tener un lugar cómodo para sentarse.
Cuando les preguntamos cómo describirían el resultado final, la respuesta fluye fácil: “nos referimos a la casa, y a la isla en general, como nuestro pequeño pedazo de paraíso”.