La casa de María Ignacia Latorre podría ser un ejemplar más de esas que hacen suspirar a los transeúntes a las afueras de Nueva York: ladrillo, persianas negras y una vigorosa enredadera que se ha adueñado de la fachada. Un lugar acogedor, elegante (sin ser ostentoso) y clásico, muy al estilo del rey del buen gusto americano: Ralph Lauren. Con un meticuloso jardín coronado por varias terrazas, todas llenas de detalles, esta decoradora, su marido Eugenio Vicuña y sus cuatro hijos hombres, han ido moldeando y viviendo este lugar de acuerdo a sus necesidades, las que han ido mutando en los últimos 10 años.
Escondida al final de una plaza en un tranquilo y silencioso barrio de La Dehesa, no sólo los conquistó su adorable fachada, también su cercanía al colegio, los antiguos árboles que la rodean y el enorme potencial que tenía. “Era una casa fácil y flexible que nos permitía ambientarla y arreglarla como queríamos, a diferencia de lo que pasa en un condominio, donde hay muchas restricciones para hacer cambios”. Esta tarea le resultó fácil a María Ignacia, quien como diseñadora y dueña de la tienda Blue Company, tiene un don natural para la decoración. Un talento que –según ella– tiene mucho del clásico europeo y americano. “Vengo de una familia donde la decoración siempre fue un ítem relevante, mi hermana Fernanda se dedica al tema y mi mamá siempre tuvo un gusto extraordinario y algo adelantado para su época”.
Con llave en mano y con este ADN ligado al interiorismo corriéndole por las venas, María Ignacia decidió imprimirle a esta casa su sello, modernizarla y sacarle el jugo al partido que la sedujo. Reemplazó algunos pisos, abrió ventanales, cambió completamente la cocina optando por el negro, (“color que hace diez años era un osadía”). Hizo una salita para que sus hijos pudieran estudiar, jugar y estar con sus amigos, remodeló los baños y rediseñó el jardín. Ahí eliminó un winter garden, hizo un comedor en obra y se inspiró en los ingleses para proyectarlo. Es un jardín muy ordenado y con mucho boj, agapantos, crespones y un ficus repens que requiere de mucha dedicación. “El encargado de mantener las enredaderas en su lugar y de podar es mi marido, el gran autor y responsable”, comenta la dueña de casa.
Para decorarla ocupó una paleta de colores muy clásicos: gris, negro, blanco y azul. ¡Es la reina del azul marino! El resto muchos sofás y sillones con fundas de lino y algodón blanco, alfombras de sisal, porcelanas, buenas maderas, plantas de interior, cuero y detalles plateados como floreros, lámparas y fanales. Desde entonces ha pasado una década, sin embargo, los cambios han sido pocos. “Me gustan las casas atemporales, creo que al dejarse llevar por las modas las decoraciones terminan cansando. Por eso siempre opto por líneas más bien tradiciones. De hecho esta casa ha cambiado muy poco, está prácticamente igual y me sigue encantado como el primer día”.
En el primer piso está el living, comedor, cocina, el escritorio y la salita de los niños, estos dos últimos lugares son lejos los que más usan. “Mis dos hijos mayores estudian arquitectura así que la salita está siempre ocupada por ellos y sus amigos. En cambio el escritorio es nuestro espacio y mi lugar favorito”. En el segundo piso están los dormitorios, todo al más puro estilo Blue Company, sin duda la mejor propaganda que María Ignacia le puede hacer a su tienda.