Nicolas Schuybroek cuenta que cuando supo que su oficina estaba en la lista de los 100 mejores diseñadores del mundo, que publica cada año la revista Architectural Digest, se cayó de la silla. “No es falsa modestia”, asegura el arquitecto belga, sólo timidez y el hecho de que siempre le ha sorprendido que a las personas y los medios les interese su trabajo.
“Tengo una extraña relación con el éxito. No es que no sea consciente de que las cosas van muy, pero muy bien, y en la dirección correcta, pero tengo un tema conmigo mismo y es que estoy permanentemente insatisfecho con lo que hago. Esa es la razón por la que creo que siempre el mejor proyecto será el siguiente”, explica desde Bruselas.
Desde el episodio con la silla han pasado cinco años y Schuybroek ha aparecido en el famoso ranking tres veces más (2016, 2017 y 2018). Es que su carrera estaba escrita desde muy chico. Cuando tenía alrededor de 10, 12 años, estaba obsesionado con la construcción, los Legos, por lo que convertirse en arquitecto fue una decisión fácil.
Tras estudiar arquitectura en Saint-Luc, Bruselas, y en McGill University, Montreal, su primer trabajo fue en Intégral Jean Beaudoin, en Canadá. Luego, volvió a Bélgica a dirigir la oficina de Vincent Van Duysen en Amberes, manejando proyectos en el país y en el extranjero por más de cinco años.
En 2011, recién cumplidos los 30, comenzó su propia oficina, con sede en Bruselas. En su cabeza tenía un propósito: “crear y producir arquitectura, interiores y objetos caracterizados por un agudo sentido del detalle, artesanía e intuición, siempre conservando la calidez”.
Como resultado, su trabajo ha sido destacado mundialmente por su implacable búsqueda de una aparente simplicidad, atemporalidad y su reinvención del minimalismo. Luis Barragan, Peter Zumthor, Axel Vervoordt, el monje benedictino y arquitecto Hans Dom van der Laan y los interioristas franceses Jean-Michel Frank y Pierre Chareau son sus principales referentes.
“Las palabras minimalismo y minimalista son mal usadas hace muchos años, porque son palabras fáciles, se pueden estampar a muchos tipos diferentes de arquitectura”, asegura Schuybroek. “Siempre he buscado lugares que sean extremadamente callados y calmados. Un espacio que te trae paz cuando vuelves a la casa o un museo, un lugar religioso, algo que te lleva al silencio. Esa es la razón por la que mucha gente define mi arquitectura como minimalista, porque hay una cierta pureza, líneas geométricas muy simples. Sin embargo, en la forma en que yo trato la arquitectura y mis interiores hay una necesidad de algo cálido, algún tipo de madera, de piedra, algo tosco, de mucha textura, que va a traer un poco más de vida”.
En sus proyectos –que van desde residencias, oficinas, hoteles, espacios comerciales, en Francia, Bélgica, Estados Unidos y México, hasta el diseño de objetos– se puede ver la predilección por los materiales sencillos, nobles, un trabajo completo, que incluye mucha arquitectura pero también interiorismo. “De acuerdo a mi filosofía de la arquitectura no debería haber límites entre la arquitectura y el interiorismo, como también entre los muebles y el arte, es una pieza de diseño y para mí es una absoluta tontería imaginar una arquitectura sin su interior. Es un paquete total”.
En su oficina todos fueron entrenados como arquitectos; para Schuybroek es importante que puedan ser capaces de analizar la arquitectura primero, lo que significa el volumen, la luz, la circulación, la proporción, simetría y, después, gradualmente, paso por paso, moverse hacia el interiorismo y los muebles.
Una fórmula exitosa que los tiene con muchos proyectos de diferentes escalas: dos departamentos en París, dos en Nueva York, una casa en la mitad de la selva en Indonesia, dos grandes casas en Bélgica y un departamento, también, con la remodelación de una casa de los 50 en Bruselas. Además, van a participar en un show con Architectural Digest en septiembre en París y están preparando una escenografía para una “experiencia religiosa”.
A pesar de su apretada agenda, siempre queda espacio para soñar con nuevos proyectos. También, con la idea de venir a Sudamérica. “Si tuviera que elegir, estamos tratando de hacer más proyectos fuera del ámbito residencial, y me encantaría poder construir un pequeño museo, una colección privada, o un edificio religioso, sería un desafío muy interesante”.