En quechua, el idioma inca, pacha significa tierra y manca quiere decir olla. La Pachamanca es una técnica milenaria peruana con la que se cocina bajo tierra con piedras y especies. Y así como se cocina bajo tierra, esta casa en Las Casuarinas, un barrio residencial de Lima, fue construida de la misma manera. Esta es la Casa Pachamanca. Y es difícil encontrar palabras para describirla; las fotos hablan por sí solas. Llena de recovecos, desniveles, cuevas y pasadizos, el lugar parece sacado como de otro planeta. Detrás de la construcción estuvo la oficina peruana 51-1 Arquitectos. En 2009 recibieron el encargo de un matrimonio de cocineros, que les pidieron una casa para su familia que fuese respetuosa con el barrio y en donde los lujos no fuesen materiales sino que conceptuales. Sobre una colina, desde donde se ve la ciudad de Lima, el mar y la puesta de sol, cada atardecer en la terraza es un espectáculo.
En Lima el agua es un bien escaso. El paisaje es árido y llueve menos de ocho milímetros al año, cuentan los arquitectos. Las zonas verdes aparecen sólo cuando se riega con agua traída desde las cumbres andinas, a 100 kilómetros de la ciudad. Por eso, el primer lujo que decidieron incluir en el proyecto fueron las áreas verdes. En vez de diseñar un edificio, diseñaron un paisaje verde exótico. Y como si con magia se pusiera lo mejor de la naturaleza en un solo lugar, los arquitectos manipularon el terreno generando una colina, un valle, una meseta, un acantilado, una cueva, una quebrada y una orilla. El paisajista Luis Camacho asignó un tipo de vegetación diferente a cada espacio según el cambio de altitud: puso árboles, hierbas, hortalizas, plantas colgantes, xerófilas e hidrófilas, entre otras.
Una vez que ya tenían el paisaje, distribuyeron los diferentes espacios de la casa en 682 metros cuadrados: piezas, baños, cocina, comedor, living, oficina, garaje, pero siempre “cuidando las cualidades espaciales y las vistas obtenidas”, explican. Y no se les fue ni un detalle. Como la casa tiene un paisaje exótico, cuentan, a propósito tiene también una gran diversidad de terminaciones y texturas. Pusieron diferentes cortes de piedra en las zonas bajas, muchos tipos de madera reciclada, estampados de hormigón en el cielo falso que soporta el jardín superior, barandas hechas con troncos o forradas en cuero y techos acústicos de madera.
Además, no tiene una estructura jerárquica y casi no hay límites entre el interior y el exterior. Y es tan curioso el “orden” (desorden en realidad) que vale la pena hacer un recorrido; hay varias entradas, niveles y rutas. En el nivel inferior pusieron las áreas de servicio, una sala de estar familiar, una pieza de televisión, una sala de baile con un baño y una pieza de invitados con un baño también. En este nivel está el comedor, el baño de visitas, la cocina, la despensa y el comedor de diario en un patio. En la “terraza-parrilla” hay un jardín y una piscina. En el nivel intermedio hay tres dormitorios, cada uno con un baño y sala de estar. Y en la parte superior está el escritorio y el techo verde, que envuelve la casa y llega hasta la entrada principal.
Toda la atención está en la arquitectura y en el paisaje, por eso la decoración es súper sencilla pero bien pensada. A cargo de los interiores estuvo Contemporánea, Liz Sosa Design. Uno de los dormitorios que tiene vista a la ciudad, también mira a una escalinata de hormigón en la que pusieron varios maceteros de arcilla, todos con diferentes plantas. Y a pesar de lo moderno, la casa igual tiene un look retro. Por ejemplo, en una de las piezas, la televisión está empotrada en un mueble de look setentero. Generando contraste, en el living y comedor predomina el rojo; las sillas y sofás son de ese color. No hay nada recargado, y los espacios son súper limpios. En ellos predomina la materialidad de la casa, el concepto que los arquitectos quisieron entregar con las maderas, las vistas pero por sobre todo, el color verde. “La casa Pachamanca muestra una arquitectura que puede y debe ser respetuosa de su entorno, que la vegetación y las plantas pueden ser la mejor arquitectura en un lugar en donde todos gritan por llamar la atención y en donde el encargo privado puede ayudar a restablecer la falta de áreas verdes en una ciudad en el desierto”, finalizan los arquitectos Fernando Puente Arnao, César Becerra y Manuel de Rivero, de 51-1 Arquitectos.