Cuando Ramón Torres vio la casa que el arquitecto Matías Cienfuegos le había construido a su hija Francisca, se entusiasmó. “Se enamoró de la sensación de la casa, de los materiales, y la onda que tenía. Quería volver a vivir esto de nuevo”, cuenta Francisca. A esas alturas, nadie se imaginaba que Ramón y Verónica, su señora, iban a dejar el departamento exquisito donde vivían –y al que llegaron después que todos los hijos dejaron la casa familiar– para construirse una casa desde cero. Pero lo hicieron. Rápidamente se pusieron a buscar un terreno, hasta que lo encontraron en Chicureo. Para armar el proyecto, no dudaron en llamar a Matías Cienfuegos. Como el dueño de casa es constructor civil y sabe mucho de arquitectura, se complementaron a la perfección. “Él quería más o menos el mismo look y estilo de la casa de la Fran, en hormigón visto con piedra por fuera, pero más grande. Las líneas generales las marcó él, lo que quería y las vistas”, cuenta Matías. Fue así como nació esta casa que mira directo a la cancha de golf, una de las pasiones del dueño de casa. De hecho eso fue lo que marcó la orientación y la forma de la casa, para privilegiar siempre la vista a la cancha. El proyecto partió con dos piezas principales independientes, un estar y un living comedor integrado, pero después decidieron sumar dos piezas más para los hijos que llegan de visita y las nietas, además de una salita de juegos. En la mitad del proceso, se puso a la venta el terreno de al lado, y ahí nació la segunda parte de esta casa: el spa. Proyectaron un área con una piscina temperada, un sauna, un baño de vapor, un baño, una pieza para masajes y una salita como para jugar bridge, que se conectan con el resto de la casa a través de un pasadizo. Es el lugar perfecto para desconectarse del mundo y uno que han aprovechado a concho en familia. Para la decoración, confiaron ciegamente en Francisca, su hija, quien se hizo cargo del proyecto junto a María Ignacia Latorre, dueña de la tienda Blue Company. La idea era lograr algo muy parecido a lo que Francisca hizo en su casa, una decoración súper inspirada en algunos hoteles que ha visitado, y que sirvieron como punto de partida para lograr los distintos ambientes. La única instrucción que recibieron de los dueños de casa fue: “Háganla bonita”. Durante seis meses, estuvieron mandando a hacer cosas, comprando y C buscando por todas partes, para lograr exactamente la visión que tenían. Uno de los grandes desafíos fue lograr ambientes cálidos, sobre todo por las grandes dimensiones de algunos espacios; el living, por ejemplo, tiene cinco metros de altura. Para eso, además de la decoración, la iluminación jugó un papel fundamental. A cargo de ese proyecto estuvo Felipe Vicuña, que trabajó con iluminación LED bien puntual, muy acogedora. Aunque el interior es muy impactante, el entorno de este lugar se roba la película. Desde el living hicieron unas escaleras que bajan a la terraza, para que los muebles y las tumbonas no taparan en lo más mínimo la vista. Si uno está sentado en el sillón del living, tiene la mejor postal hacia la cancha. Incluida en esa postal está, por supuesto, la piscina, que fue todo un tema. Todos los años, esta familia se va al hotel Playa Vik en Punta del Este a pasar el Año Nuevo. Y en cada visita, el dueño de casa decía: “Me encanta esta piscina, la perspectiva que tiene… Si algún día me hago una casa de nuevo, que no creo, me voy a hacer una piscina así”. Y lo logró. Con esa inspiración, proyectaron la piscina con un área en volado, que tiene la mejor vista. Por increíble que suene, otro espacio impactante es el estacionamiento. Poner un pie ahí es como meterse en una película de Batman: es un garaje con la iluminación perfecta para que los autos de Ramón –que toda su vida ha corrido y ha estado siempre muy ligado al automovilismo– se luzcan como en ningún otro lugar. El diseño estuvo inspirado en una muestra que tiene la Mercedes Benz en Berlín, donde están todos los autos icono, de colección, y además le agregaron una cava para que este sea realmente un Club de Toby. “El garaje se ha usado demasiado y mi papá lo vive todo el rato. Si va un amigo, se toman un trago ahí. Ese lugar es como su refugio, su historia”, cuenta Francisca. De hecho, ya está planificando una comida para convidar a todos sus amigos del mundo del automovilismo ahí mismo, con una mesa larga al lado de los autos. Cuando decidieron construirse esta casa, a los hijos les costó entender la decisión de hacerla en Chicureo, porque a todos les quedaba lejos. Pero ahora que el proyecto está terminado, lo entienden un poco más. “¿Dónde más puedes tener esta vista en Santiago?”, le pregunta Ramón a sus hijos. Y es que tanto él como Verónica gozan con esas cosas. Francisca cuenta que sus papás son de los que llaman sólo para preguntar si vieron el cielo cuando la puesta de sol está increíble. Para ellos, el entorno es todo, y con esta casa eso queda claro.