Hay departamentos que llaman la atención desde que se cruza la puerta de entrada. No sólo por su linda decoración, sino por la sensación de calidez que provocan y los elementos llamativos que destacan al avanzar por sus pasillos. Aquí cada cosa tiene una historia, una que se ha ido construyendo con el crecimiento de una familia; una que han ido llevando consigo desde cada lugar en el que han vivido.
Los dueños de casa ya son conocidos para ED, su casa anterior salió en nuestras páginas hace algunos años y, por eso, cuando supimos que se habían cambiado, no dudamos en contactarlos. Esta vez optaron por algo más chico; sus dos hijos mayores ya se fueron de la casa y como quedan sólo ellos, y las dos más chicas, llegó el momento de reducir el espacio.
Querían algo acogedor, donde se pudieran reunir en familia y recibir a sus dos nietas, que van mucho a la casa. Y eso lo lograron con creces, especialmente gracias a la decoración, que logra generar un ambiente cómodo, donde a todos les gusta estar.
Para eso, la mayor ayuda la recibieron de la interiorista argentina María Silvia Loitegui, con quien ya tienen una relación cercana. Los dueños de casa vivieron en Buenos Aires, donde conocieron a Loitegui y les ayudó con su casa hace 20 años. Desde entonces han mantenido el contacto. “Yo le pido harto consejo, me ha asesorado y me ayudó a distancia. Esto ya se transformó en una amistad, es como mi gurú”, cuenta, entre risas, la dueña de casa. Para lograrlo, le enviaron fotos de los espacios y, cuando tuvieron la oportunidad de ir al estudio que tiene junto a sus dos hijas arquitectas, le llevaron muestras de lo que estaban haciendo. “Me gusta lo que hace porque logra algo muy lindo y es que las cosas, dentro de lo simple, sean cálidas, vivibles. Tiene esa onda que tienen los argentinos, que no sé por qué al final es más entretenido”, asegura. Por ejemplo, fue gracias a Loitegui que se atrevieron a pintar el comedor negro, lo que le dio teatralidad. Además, la idea de comer entre libros les atraía y fue un éxito.
Otro lugar donde se atrevieron con el color fue en la pieza principal, donde las paredes están revestidas en un género y el rojo es el protagonista. Para la dueña de casa, ese es su lugar favorito.
Este nuevo departamento incluyó una remodelación total a cargo de María de los Ángeles Figueroa. Además de rediseñar varios espacios, también les hizo algunos muebles, como la biblioteca del comedor y los ayudó a supervisar la obra. Por esos días, la dueña de casa estaba con un tema importante con su marca de ropa infantil, María Pompón, y con su trabajo en la Municipalidad de Vitacura, por lo que necesitó de alguien que estuviera encima de los trabajos, que tardaron seis meses.
Uno de los cambios más importantes fue el de la terraza, que tenía porcelanato y lo cambiaron por un deck que cubre las paredes, el techo y el piso, dando la sensación de una casita de madera. Este se ha convertido en el espacio que más usan de la casa y más disfrutan como familia.
Finalmente en esta casa todo está ahí por algo, nos cuenta. “Mi casa tiene mucho contenido en ese sentido y creo que eso al final se nota. Yo no podría ser decoradora porque no sabría cómo hacerle la casa a alguien más, porque yo sé qué es lo que nos representa a nosotros. Cada cuadro, cada escultura tiene una historia”, dice.
El arte en esta casa se roba la película. La hija mayor de la dueña de casa es curadora de un museo, lo que les ha permitido acceder a cuadros, esculturas y conocer artistas jóvenes. “El arte le da vida a las casas. Me gustan las obras que me dan paz, que son serenas. De a poco hemos ido comprando cosas y van haciendo historia. Es parte de mi orgullo, son etapas de tu vida. Con mi marido, por ejemplo, para este aniversario nos regalamos una obra de arte; son cosas que van quedando como parte nuestra”, cuenta. La obra que compraron es la escultura dorada de Javier Toro Blum, que se puede ver en el living y que rápidamente se convirtió en una de sus piezas preferidas, junto al cuadro de la artista María Noel,
que está cerca del bar, y el de Pailós, en el comedor, que lo heredaron de sus suegros.
Y nada mejor que estar a gusto en la propia casa, especialmente por estos días, donde los llamados a quedarse ahí, por el Coronavirus, crecen. “Son tiempos en que uno dice qué rico haberle puesto tanto cariño y preocupación. Lo que más me ha gustado es que me he dado cuenta que mi casa es una para disfrutar y estar. Cada rincón en el que estoy, estoy feliz. La encuentro linda, liviana, fresca, simple”.