En la esquina de las calles Pedro Murillo y Havre, en Montevideo, se levanta un conjunto de cinco casas construidas en torno a un liquidámbar, un roble, un olivo, un ficus, un gomero, un ciprés y un mandarino. El jardín añoso estaba protegido por ser parte del patrimonio de la ciudad, y los arquitectos Santiago Fernández y Candida Tabet, tomaron esta imposición como un desafío.
En el espacio de 2.600 m2, construyeron cinco casas de 200 m2 cada una y dos pisos, que les permitieron minimizar la ocupación del suelo y no interferir con el jardín existente. Murillo Housing, como se llama el conjunto, se construyó así en torno a los árboles y no a pesar de ellos, logrando que las casas, que están en medio de la ciudad, se sientan como si estuvieran en medio del bosque.
Para lograrlo, decidieron emplazar las distintas construcciones en una planta en forma de cruz girada, aportando un ritmo en que las casas, que son idénticas, parecen distintas desde cualquier punto de vista. Los techos estilo cobertizo están inspirados en una visita de los arquitectos al barrio de Carrasco, en Montevideo, donde notaron una fuerte identidad arquitectónica establecida en la primera mitad del siglo XX.
En el primer piso de las casas está la sala de estar, el comedor y la cocina, completamente integrados. En este gran espacio la protagonista es sin duda la chimenea central, que fue diseñada especialmente para este proyecto. Y en el segundo piso hay tres dormitorios que se proyectaron en torno a una salita que se proyecta sobre la sala de estar, que tiene doble altura.
Esta doble altura ayuda a la subida del aire caliente y, gracias a las ventanas ubicadas en el nivel superior, que permiten la ventilación cruzada, la temperatura interna es siempre muy agradable. Además, trabajaron con vidrios dobles con una lámina de protección solar integrada, que ayuda a disminuir la entrada de calor.