En el último piso de un edificio en Ciudad de México, la arquitecta Gabriela Carrillo (@t.gabrielacarrillo) tiene su casa y oficina, llena de maquetas, planos, libros de botánica, fotografía y juguetes de niño.
Sentadas en la terraza del departamento, con los aviones pasando casi por encima de nuestras cabezas, hablamos de su nueva etapa –se independizó después de casi 20 años–, de su maternidad y de los cambios. “Han sido muy abruptos estos últimos seis años, que empezaron con el acto de tener un hijo”, comenta Gabi, como todos le dicen.
Una etapa de transición radical en la que se cuestionó qué quería construir, hacia dónde quería ir y cómo seguir haciendo las cosas. Y así, entre preguntas, surgió una de las decisiones más difíciles e importantes de su vida: separarse del arquitecto Mauricio Rocha, con quien venía trabajando desde que tenía 23 años en Taller de Arquitectura. “Fue un proceso lento y doloroso, fueron casi 19 años de estar trabajando en una colectividad de la que disfruté mucho”, cuenta la arquitecta.
Mauricio Rocha está en la lista de los 10 arquitectos más importantes de México y destacan entre sus últimas obras el Estudio Iturbide, para la fotógrafa Graciela Iturbide (su madre) y el Museo Anahuacalli de Diego Rivera. Junto a Gabi recibieron el reconocimiento Emerging Voices que otorga la Architectural League de Nueva York a ocho firmas del continente americano, forman parte de los treinta arquitectos del BSI Swiss Architectural Award y algunos de sus proyectos están en la colección del Centre Pompidou en París, Francia.
El remezón
A su nueva etapa de ser madre se sumó que en el 2017 hubo un terremoto de magnitud 7.1 en México, lo cual también influyó en la necesidad de replantearse muchas cosas. “¿Qué quiero hacer, cómo me puedo involucrar, cómo mostrarle a mi hijo que podemos ayudar a la comunidad?”, se preguntó. Así comenzó de a poco a hacer algunas cosas sola, cambió su modelo de clases en la UNAM, su alma mater, donde es profesora desde el 2003, se involucró más en la investigación y formó el colectivo Reconstruir MX con los alumnos. Además, Gabi también da clases en Harvard GSD, la Universidad de Nuevo México y el WAVE programa de Venecia, Italia.
Finalmente en el 2019, “con un enorme terror”, como ella misma confiesa, montó su propia oficina: Taller Gabriela Carrillo. “Mauricio fue mi mejor amigo, ha sido y seguirá siendo mi mejor amigo, mi maestro y mi cómplice”, dice.
En ese momento apareció un concurso público y decidió formar un colectivo con más oficinas, llamado Colectivo c733. “No tenía un equipo lo suficientemente grande y esa forma de respuesta de muchas miradas me parecía correcta, además había que construir en tres meses y sola jamás lo podría haber hecho”, explica Carrillo. Comenzó así a practicar una nueva metodología de hacer arquitectura. “Yo estaba acostumbrada a un proceso que heredé de Mauricio y que hice mío, que nunca cuestioné”, reflexiona.
Con Colectivo c733 ganaron el concurso y construyeron la obra Mercado Público de Matamoros, que ha sido nominada a varios reconocimientos y que ganó el premio Mundial de Arquitectura y Diseño Prix Versailles 2022. Tras ganar el concurso, decidieron seguir trabajando juntos y actualmente están construyendo alrededor de 30 proyectos en el país.
Trabajar con materiales locales
Sus obras destacan por una constante búsqueda en usar los materiales locales, los conocimientos y mano de obra del lugar. Además, todos tienen una lujosidad espacial única. Esto lo vemos en Casa de Música en Nacajuca, un espacio digno para que el pueblo pueda hacer sus fiestas y talleres. Construido con madera de coco que abunda en el lugar, tabique y tejas de barro, hace que los pobladores sientan la obra como si siempre hubiese estado ahí, “como de toda la vida”, comenta. El espacio además capta el agua de lluvia para los baños, que luego filtran en humedales para ir a un arroyo.
Otro ejemplo es el de la Estación Tapachula en Chiapas, construida en bambú, ya que este lugar es el mayor productor de este material en México, que junto con acero y concreto, forman un espacio majestuoso, techado y abierto donde realizar deportes, celebrar y descansar.
Alzar la voz
Desde que Gabi se independizó, comenzó a visibilizar actitudes de machismo que la rodeaban y ser más consciente de ellas. Estaba construyendo Casa de Piedra para su padre y hermano en Acapulco, y de alguna forma ambos cuestionaban su experiencia. “Mi padre no entendía mi experiencia de 20 años y aún me trataba como una niña”, cuenta. Recordaba las muchas veces que, trabajando con Mauricio, algunos clientes le preguntaban a qué hora llegaba el arquitecto. “Me educaron para decir que las mujeres tenemos que ser cautelosas, pero yo no me voy a quedar callada”.
Esas ganas de alzar la voz y su sensibilidad es la que podemos notar en su obra, todos proyectos alineados con las problemáticas sociales de salud, educación, climáticas y, por sobre todo, las necesidades de las mujeres en las comunidades. Gabriela Carrillo se ha convertido además en la voz feminista de muchas arquitectas mujeres y estudiantes que como ella quieren cambiar las cosas. “Quiero decir otras cosas, quiero que mis edificios hagan cosas. Soy mujer, tengo una sensibilidad particular que las mujeres tenemos y la voy a exprimir. Siempre hemos sido poderosas y fuertes, pero ha habido algo que nos pone un velo, tenemos que quitárnoslo”.