Un espíritu embriagador reina en San Giorgio Mykonos, un hotel que abrió sus puertas el 2012 bajo el concepto pop up, y que el año pasado tuvo su segunda temporada, esta vez ya definitiva. Pero su historia se remonta aún más atrás en la línea del tiempo, a mediados de los 90, cuando un pescador levantó de manera modesta esta típica construcción griega, empinada, con desniveles, de muros pintados con cal blanca, con esquinas con bordes sinuosos, y otros con piedras a la vista.
Fue en esa misma época que sus actuales dueños, Thomas Heyne y Mario Hertel, se conocieron en Ibiza y crearon una alianza dedicada a abrir restoranes, cafés y clubes por Alemania. Pero no fue hasta la década del 2000 que Hertel decidió dejar su país natal y pasar el verano en Mykonos. Arrendó un barco de 50 metros de largo e hizo una gran fiesta. Tan comentado fue el evento que poco tiempo después, junto a Thomas, se hizo cargo de la discotheque Paradise Club, transformándola en una de las más famosas en el mundo. Dj´s como David Guetta, Armin van Buuren y Moby son hasta el día de hoy nombres recurrentes en su cartelera.
La inquietud de abrir un hotel pequeño y simple, fue algo que estaba pendiente. Al enterarse de la venta de este lugar ubicado en el terreno colindante al club, supieron que era el momento de dar el paso para crear un espacio tan cómodo y familiar que hiciera sentir como en la casa del mejor amigo.
Lo siguiente fue adquirirlo y llamar a Claus Sendlinger para que los asesorara. Amigo de toda la vida de Heyne, Sendlinger es el fundador de Design Hotels, una empresa alemana que representa una selección curatoriada de más de 260 hoteles independientes en todo el mundo. La dupla sabía que con él se iban a la segura, porque compartían su mismo concepto de hospitalidad, autenticidad cultural, y amor por el diseño y la arquitectura.
Para dar ese toque y respetar lo propio del lugar, el ex director creativo de Design Hotels, Michael Schickinger, y la diseñadora de interiores, Annabell Cutucú, se sumaron al equipo y rescataron la imagen de este verdadero paraíso griego. El paisaje azotado por el viento y la escasa vegetación que cubre la isla, más las pintorescas construcciones albas, los callejones de piedra y ese horizonte que limita con sus aguas y cielo azules. La consigna: San Giorgio debía ser un ambiente relajado, tal como es esta isla mediterránea.
Entrar a este hotel recuerda la elegancia despreocupada de la vida bohemia de los años 60, combinado con un estilo gypset. La puesta en escena hace gala a la conexión con lo esencial de la vida. Se mezclan colores naturales con superficies vivas, texturas irregulares y materiales puros. Aparecen los objetos tradicionales, hechos a mano y artesanales. Su estética se nutre del gusto local y las piezas de los mercados de pulgas de Atenas se vuelven recurrentes a cada paso.
Los espacios comunes propician el encuentro y relajo. Las mesas llaman a compartir. Un desayuno con yogur griego y frutas, panes recién horneados, embutidos y quesos artesanales, y una extensa variedad de mermeladas caseras. Los platos con productos frescos están a la orden: mejillones con tocino ahumado y sidra, aegean kakavia (un guiso de pescado local), asado de zanahoria y ensalada de palta con naranja y limón como aderezo…
Hamacas, reposeras, tumbonas o almohadones están por doquier, creando verdaderos santuarios privados, rincones más íntimos para desconectarse. Las hojas de las palmeras se mueven mientras el sol cae. Las luces de los coloridos faroles, símbolo del fuego ancestral, crean una atmósfera mágica e invitan a sucumbir ante el misterio de una noche en el mágico Mykonos.