Hace casi 10 años, la arquitecta italiana Giulia Carboni (@giuliacarbonistudio) decidió venirse a vivir a Chile junto a su marido, que también es arquitecto. Uno de sus objetivos era poder seguir viviendo como lo habían hecho en Madrid, Roma y Londres: en un barrio urbano, donde pudieran usar el auto lo menos posible, con un parque cerca y con todos los servicios básicos a una distancia caminable.
“Aterrizamos en un departamento maravilloso en Lastarria, donde vivimos dos años una vida muy entretenida, pero cuando nació nuestra primera hija, decidimos mudarnos a Providencia”, cuenta Giulia. Siempre le había gustado el barrio El Bosque, por su diseño urbano, árboles y veredas grandes y la cercanía al centro, y justo antes de la pandemia encontraron un departamento en el sector. “Era oscuro, con muchas particiones, cerrado hacia la ciudad. Pedimos los planos y nos dimos cuenta que, al igual que otros edificios diseñados por Eduardo Waissbluth (me tocó renovar otro departamento suyo en el barrio), había pocos muros portantes y muchos tabiques que se podían botar y así abrir los espacios lo más posible”, explica la arquitecta.
Uno de los objetivos de la remodelación era integrar la cocina: los dos cocinan mucho y estaban cansados de tener que encerrarse en un espacio pequeño. “Si uno entra al departamento hoy es difícil imaginarse cómo era antes”, recuerda Giulia. De hecho, este espacio central, donde conviven el living, el comedor y la cocina es hoy uno de los más usados por la familia. “Ahí pasamos la mayoría del tiempo, cuando cocinamos, invitamos amigos o vemos una película”.
Como compraron el departamento justo antes de la pandemia, tuvieron mucho tiempo para planificar; no podían empezar la obra por las cuarentenas. “Nos dedicamos por meses al diseño de la casa, estudiando todas las posibles variables. Creo que modelé 20 versiones del mesón de la cocina, milímetro por milímetro. Aprendí muchísimo con este proyecto, era como estar de nuevo en la Universidad, teniendo a disposición un tiempo infinito para dedicarse a una única misión”.
Giulia creció en Roma, una ciudad que, como ella misma cuenta, ha vivido muchos momentos de esplendor. Desde el antiguo imperio romano, al barroco y el racionalismo italiano, estas capas conforman la Roma moderna. “En este aparente caos, la ciudad logra una armonía que resiste hace miles de años y todavía sorprende a cada vuelta de la esquina. Me gusta pensar que mis proyectos tienen algo de esto y mi casa es mi manifiesto construido: los muebles antiguos traídos de Italia conviven con los que diseñamos y fabricamos en Chile; el lacado brillante contrasta con la madera, el junco, el ratán de los clóset, el mármol de la cocina”, explica.
Y así como ha pasado en la historia de Roma, en este departamento todo se ha ido creando capa por capa, sin apuro, durante los últimos tres años. “Como en un plato bien logrado, se pueden mezclar ingredientes dulces y amargos, basta no equivocarse en las dosis. Creo que en el interiorismo no hay que tener miedo en acercar colores, texturas, materiales distintos; hay que tener buen ojo para que convivan en armonía”.
El último integrante de la casa es el arrimo Battistero, que Giulia diseñó para una exposición en la Galería Aninat, y es un homenaje al Battistero di San Giovanni en Florencia y su característica alternancia entre mármol verde y blanco.
Hoy en su oficina (@giuliacarbonistudio) están con varios proyectos: terminando una oficina con Cazú Zegers, desarrollando un proyecto inmobiliario, haciendo el interiorismo de una casa y varios departamentos y el proyecto de una sastrería/club de gentlemen en el barrio El Golf, en colaboración con la arquitecta Giovana Franceschetto.
