Hay gente que simplemente nace siendo visionaria y otras que siempre tratan de sacar algo bueno entre todo lo malo. El arquitecto Leonardo Valdés calza en los dos tipos. Empezaba el 2010 y hace años que le arrendaba un gran sótano a terceros en un edificio en plena Ciudad Empresarial. Como él dice… “negocio seguro”. Pero después del terremoto, el edificio tuvo que cerrar y se quedó sin arrendatarios para este enorme espacio. En vez de volver a lo mismo, le hizo caso a su instinto y decidió concretar una idea que hace rato venía dando vueltas en su cabeza: abrir una tienda de muebles y decoración inspirada en la segunda casa.
Como el proyecto era ambicioso y casi imposible de sacar adelante por su cuenta, formó un equipo compuesto por su socio del Estudio Valdés, el arquitecto Carlos Ignacio Cruz, más la diseñadora Marcela Silva y Javiera Vásquez, actual gerente general de la tienda. Entre todos se dieron cuenta que faltaba desarrollar este concepto en nuestro país. “Hace un buen tiempo que cambió la forma en la que se piensan los lugares de descanso”, dice Leonardo. Por un lado, ya no se recicla todo de la casa de Santiago para llenar de a poquitito la de la playa. Ahora la gente se embarca en el proyecto de construir y al mismo tiempo decorar, teniendo en cuenta el entorno. Y por otro lado, las mismas construcciones no siguen la lógica tradicional. Los ambientes no se viven por separado como era antes. Se han creado una especie de híbridos, de lugares abiertos que no son más que una respuesta a la nueva forma en la que se habitan las casas actualmente. “Hoy en día han cambiado mucho los códigos de diseño interior, se están abriendo nuevas asociaciones y los espacios son mucho más ambiguos. Tienen una doble lectura”, aclara Leonardo Valdés. Así se ven quinchos que funcionan como una cocina exterior, dormitorios donde no se tiene claro dónde empieza el baño, livings como galpones y terrazas con muros deslizantes para ser disfrutados invierno y verano.
Aunque los arquitectos tenían algo de experiencia en el rubro –muchas veces sus clientes les pedían que, después de terminar la casa, se encargaran del interiorismo–, fue necesario dedicarle dos años completos al proyecto, a investigar harto y también, de viajar para hacer contactos. Finalmente abrieron sus puertas en junio del 2013 y el resultado es una tienda con una propuesta original, donde hay una buena variedad de muebles, todos muy bien ambientados y presentados casi de forma teatral. “Con el fin de promover el atrevimiento”, remata Cruz. De esta forma se hace muy entretenido recorrer Palopintao porque, en sus más de mil metros cuadrados, armaron espacios para todas las necesidades, gustos y proporciones: desde grandes comedores ideales para recibir a todo el familión y sofás de cuatro metros de largo y bien profundos, hasta camas, reposeras, lámparas, alfombras, cubrecamas, mantelería y arte. Todo en un estilo suelto, natural y relajado, como dicen los socios. Lo bueno es que, además de ser lindos, los productos están pensados para que sean bien prácticos. El equipo se preocupó de buscar muebles a prueba de todo, como sillas con filtro UV y mesas de teca para que resistan el sol, además de sillones con fundas sin calce ajustado, perfectas para lavar y mantenerlas impecables.
Es que los arquitectos tienen más que claro que el desafío de construirse una casa es enorme y que alguien tiene que tratar de hacerles la tarea lo más fácil posible. “Durante la construcción son tantas las cosas que hay que hacer, las necesidades y preocupaciones de los clientes, que la parte interiorismo de alguna manera, va quedando postergada en el tiempo”, explica Valdés. Y en Palopintao supieron cómo hacerlo bien.
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