Días de navegación Revista ED

Días de navegación

No es fácil llegar a las British Virgin Islands y menos recorrer sus 60 islas dispersas por el Atlántico. Por eso, nada mejor que subirse a un velero y navegar por algunas de las playas más lindas del mundo con total libertad y conocer a fondo este pedazo del Caribe.

John, un instructor de vela neozelandés que se radicó en las British Virgin Islands después de jubilar, cuenta que obtener pasaporte en estas islas es muy codiciado porque da las nacionalidades británica y estadounidense a la vez. Como esta rareza, las BVI están llenas de excepciones: son parte de Inglaterra, pero no de la Comunidad Europea; se maneja por la derecha, pero con el manubrio a la izquierda; no hay empresas, pero es un paraíso fiscal para que los ricos depositen ahí sus millones.

Tiene 27 mil habitantes, en su mayoría afroamericanos, y un 85 por ciento vive en Tórtola, la isla principal. Ahí es donde aterrizan los aviones y desde donde zarpan los yates y catamaranes. El pueblo principal, Road Town, es donde uno se abastece de todo lo que va a necesitar durante la navegación. Es indispensable quedarse un día en este lugar para asegurarse de transformar el subsuelo de la embarcación en una enorme despensa llena de mercadería y delicatessen (en el resto de las islas no se encuentra casi nada), conocer al skipper y la embarcación. En este caso, el navío elegido fue un catamarán de 48 pies con cuatro dormitorios en suite, dos terrazas cubiertas y la cabina principal con el estar y la cocina. Una verdadera casa flotante con amplios ventanales. Al mediodía se organiza el zarpe y así empieza un viaje de ocho días en que las neuronas se usan sólo para elegir entre una playa u otra, entre bañarse o hacer snorkel, entre sacar el windsurf o el stand up paddle… Y ese relajo total es una de las 10 razones para recorrer estas islas en catamarán. Estas son las otras nueve:

2. La fama de los piratas

Las BVI quedan en el mar Caribe, al este de Puerto Rico. Las descubrió Colón en 1493 en su segundo viaje y las bautizó como Santa Ursula y las Once Mil Vírgenes. Fue un área estratégica que se disputaron por mucho tiempo los españoles, ingleses, holandeses y franceses, y, por lo mismo, los piratas estaban al acecho. Cuando uno navega por las aguas de estas tierras y pasa por islotes de arena blanca con palmeras en la mitad de la nada o llega a acantilados repletos de cuevas, es imposible no pensar en los piratas del Caribe. Y en este lugar sí que explotan este tema. En cada tienda venden algo relacionado con los corsarios y un gran porcentaje de los yates y catamaranes viaja con una bandera negra con una calavera flameando en el mástil.

3. 60 islas, miles de playas

Las BVI están conformadas por cuatro islas principales, Tórtola, Jost Van Dyke, Virgen Gorda y Anegada, la más lejana y distinta, compuesta por piedra caliza y coral. Además hay cerca de 50 cayos e islotes de menor tamaño de los cuales cerca de 15 están totalmente deshabitados. Si bien existe la opción de pasar unos días en un resort todo incluido, ¿por qué quedarse en un solo lugar cuando se puede navegar a donde uno quiere, a la hora que quiera, siguiendo el buen tiempo? El catamarán es sinónimo de libertad total. Se puede pasar la mañana en una playa bañándose en piscinas naturales entre las rocas y en la tarde quedarse a la sombra de las palmeras mirando el mar. Una de las grandes características de la geografía de estas islas es la diversidad de los paisajes de sus playas: algunas son de grandes olas, otras están rodeadas de acantilados; las hay planas con arbustos y otras con palmeras.

4. Ir donde nadie va

Existen varias compañías que ofrecen el servicio de catamaranes y yates en las BVI y hay muchas embarcaciones llenas de turistas dando vueltas por este pedazo del Caribe. Por eso el encargo que le hicimos a Ryan, nuestro skipper sudafricano, fue que no nos llevara a playas con resorts, ni tumultos, ni botes anclando al lado nuestro. Cumplió fielmente el encargo. Imagine despertar con el horizonte como único paisaje, sin ruido más que el sonido del mar y donde lo único que “interrumpe” la vista al infinito es una isla a pocos metros con todo el cliché de la mejor postal caribeña. Después de comer frutas y tomar un café colombiano, bajarse en esa playa y estar un día sin ver a nadie más. Esa fue una de las paradas del itinerario de Ryan que nos hizo sentir colonos en estos territorios.

5. Ir donde todos van

A muchos turistas les gusta estar donde todos están. Obviamente los lugares más lindos reciben mucha gente. Es el caso de la playa The Baths, en Virgen Gorda, donde enormes rocas forman una serie de grutas y piscinas. Existen varias bahías con bares en los cuales se organizan fiestas en las que es posible sociabilizar si se quiere. Algunos imperdibles son Trellis Bay con su Full Moon Party; los restoranes de Cane Garden con música en vivo donde se puede pedir el famoso Painkiller, el trago del que se jactan haber inventado en estas islas; y el Party Boat en Norman Island, un barco anclado en medio de una bahía donde se hacen fiestas dignas del mejor Wild On.

6. Conocer el fondo del mar

Estas islas quizás no tienen los arrecifes más lindos del mundo, pero sí muchas opciones para hacer snorkel y bucear.
Uno de los mayores atractivos para los buceadores es un barco hundido por el 1800, donde además de explorar los restos del hundimiento se pueden llegar a ver tortugas y tiburones. El fondo del mar está rodeado de cuevas donde uno va más concentrado en encontrar alguna moneda de oro que en ver la fauna marina, que sin duda es muy variada. Hay muchos lugares que ofrecen la posibilidad de hacer snorkel entre arrecifes, túneles de corales y miles de peces de colores.

7. Sorprenderse

En el catamarán ningún día es igual al otro. Cambian las condiciones climáticas, y uno pasa de una tormenta tropical a un día soleado, del mar con olas a la calma absoluta. El paisaje también cambia entre las islas y sus canales, y cuando uno cree haberlo visto todo, siempre hay una sorpresa nueva: delfines que pasan al lado, un cardumen de pescados voladores, un fiordo, un pueblito donde abastecerse de agua…

8. Actividades deportivas

El catamarán es ideal para la gente a la que le basta con comer, tomar sol y bañarse, pero también lo es para quienes son más inquietos y disfrutan de los deportes náuticos. Previamente se puede contratar distintos aparatos: tabla de windsurf, kayaks, paddle boards, tablas de surf, y todas las embarcaciones proveen de equipo para hacer snorkel. Así uno puede ir a buscar la mejor ola para surfear, ir a un lugar con viento para hacer windsurf, hacer expediciones en kayak o recorrer canales en paddle board.

9. Viajar en grupo

El catamarán implica compartir 24 horas con la misma gente. Además hay que tomar algunas decisiones con respecto a dónde ir o qué hacer, por lo que la elección del grupo es fundamental. Si no se elige la compañía adecuada el viaje puede convertirse en el peor reality. Pero si se elige bien se convierte en una semana intensiva de relaciones con la gente que uno más quiere. Tomar desayuno cuando amanece, compartir un asado en la terraza, quedarse conversando afuera, con la mejor vista a las estrellas. Algo que se debe considerar es que entre más gente ocupa la embarcación, más “rentable” sale el viaje; por eso se suele ver familias numerosas o grupos grandes de amigos navegando.

10. El placer de navegar

Escuchar el sonido del agua chocando con el casco, sentir el viento suave en la cara, tenderse en la red de la proa a la sombra de las velas mientras se navega con una cerveza helada en la cubierta mirando el infinito o con un buen libro, dormir una siesta con el vaivén del velero y el ruido del mar. ¿Hay algo más que decir?

 

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