Desde su infancia, Carolina Bazán estuvo rodeada de aromas y sabores en la cocina de su madre. Ahí la ayudaba a preparar las cenas y banquetes para las visitas de su padre diplomático. “Yo crecí con buena comida”, confiesa. Al regresar a vivir a Chile, su madre decidió abrir una banquetera; Carolina recuerda cómo al llegar del colegio, se dedicaba a pelar camarones y hacer canapés.
Así comenzó una formación culinaria que luego sería su vida. “Nunca pensé en estudiar cocina, pero una amiga me sugirió probarlo”, dice. Tras graduarse, asumió la dirección de Ambrosía –el restorán familiar– junto a su madre. “Ella me dijo: ‘me ofrecieron hacerme cargo de un restorán, si tú quieres, lo hacemos’. Y aceptamos”, recuerda. Aunque sabía que le faltaba experiencia, confiaba en que la comida iba a ser rica.
Y así fue. Pero con el tiempo, sintió la necesidad de ampliar sus horizontes y viajó a estudiar a París. Allí realizó su práctica en el prestigioso restaurante Frenchi, donde perfeccionó su técnica y adquirió una nueva perspectiva sobre la gastronomía. “Allí aprendí a valorar los ingredientes frescos y de temporada”, dice. Un aprendizaje que transformaría su enfoque culinario.
Al regresar trajo consigo nuevas ideas y en 2013 decidió trasladar Ambrosía a su actual ubicación en Las Condes, en una antigua casa más grande y con jardín, que les permitía abrir por la noche. Al año siguiente, fue reconocida en la lista de los 50 mejores restoranes del mundo y recibió el premio One To Watch Award, éxito que le permitió además materializar el sueño de abrir Ambrosía Bistró, un acogedor local de barrio que habían estado planeando durante mucho tiempo junto con su pareja, la sommelier Rosario Onetto.
Uno de los aspectos mas destacados de la cocina de Carolina es su capacidad para adaptarse al contexto y su disposición a reinventarse. “Me gusta jugar con los sabores y las texturas”, explica. Esta flexibilidad le permite crear experiencias únicas, reflejando tanto su visión personal como las influencias externas. “Creo que la comida debe ser rica, honesta y simple”, añade. Una libertad creativa que ha sido fundamental para su éxito, permitiéndole adaptar sus conocimientos a las necesidades del momento y responder a las expectativas de sus comensales.
Hoy está involucrada en varios proyectos, incluyendo una sanguchería en Monticello, la reubicación de Ambrosía Bistró en el MUT y una asesoría completa en la apertura de un restorán de comida chilena en Londres. Este último, un proyecto que reconoce ha sido muy desafiante. “Yo no crecí en Chile, así que no tengo recuerdos de platos tradicionales, por ello estoy en una búsqueda de reinterpretar los sabores chilenos”, confiesa.
A lo largo de los años sus prioridades han ido cambiando; la pandemia la llevó a valorar aún más la importancia de la familia y a considerar la necesidad de no posponer momentos significativos por el trabajo. “Supe lo que era acostarse con los niños en la noche y leerles un libro”, cuenta.
Hoy es consciente de que es ahora cuando tiene toda la energía para poder hacer tantas cosas y las hace, pero disfrutando de ellas. Un cambio de pensamiento que de alguna manera llega también a su enfoque culinario. “He aprendido que menos es más. A veces, es mejor resaltar unos pocos ingredientes que sobrecargar un plato”, dice. Esta filosofía minimalista refleja su madurez como chef y una comprensión total de lo que realmente debe resaltar en cada creación.
Carolina Bazán no solo ha transformado su carrera en un éxito rotundo, sino que también ha contribuido a elevar la cocina chilena en el panorama internacional. Su pasión, innovación y compromiso con la calidad continúan día a día inspirando a nuevas generaciones de chefs y amantes de la gastronomía en Chile y el resto del mundo.