Antes de la llegada de los grandes centros comerciales a Chile, lo que primaba para ver películas eran los cines de barrio. En Santiago eran clásicos el Cine Arte Tobalaba, el Teatro Zig Zag, el Cine Las Lilas, además del Normandie o el Centro Arte Alameda, que son los pocos que todavía quedan de esa época.
Pero para muchos, estos cines significaban algo más que solo ir a ver una película. Para la directora de cine Dominga Sotomayor, la montajista Catalina Marín y la arquitecta Rafaela Behrens, son mucho más que eso: son el recuerdo de las salidas dominicales con la familia, tomar once con los abuelos, encontrarse con sus amigos.
Unidas por la frustración de ver cómo estos lugares están desapareciendo para convertirse en grandes torres residenciales, supermercados o bodegas, Dominga, Catalina y Rafaela decidieron armar su propio proyecto. En 2016 crearon el Centro de Cine y Creación (CCC), un espacio que busca volver a poner las reuniones sociales en medio de las proyecciones de películas.
¿Qué es el CCC?
El Centro de Cine y Creación (@cineccc) es una casona patrimonial que está ubicada en el Barrio Raulí, en la comuna de Santiago, donde hay un microcine y un patio donde se proyectan películas al aire libre. Este centro no se limita solo a las películas, sino que también cuenta con una serie de actividades, talleres y una cafetería, representación fiel de todo lo que significaban los viejos cines a los que asistían las fundadoras. “Nuestra ilusión era volver a ver colectivamente una película, y pensamos que la competencia no son los otros cines, la competencia es Netflix, por eso la gente se quiere quedar encerrada en su casa. Hagamos un lugar que no sea solo un cine, hagamos un lugar que también tenga un café, que haya talleres y actividades, que haya oficinas, que mezcle la formación, con la exhibición, con la producción, que esté todo dialogando”, cuenta Dominga Sotomayor.
La Casona Raulí
En el sector donde se encuentra la casona hay varias torres residenciales, con más de 7 mil personas solamente en la cuadra de enfrente. A pesar de la gran densidad y movimiento que hay alrededor, el CCC se encuentra en un pequeño oasis: una calle sin salida y frente a una pequeña plaza, ubicación que encantó a las fundadoras.
Eso sí, cuando encontraron la casona, no estaba en el mejor estado. Construida en 1913 con una arquitectura bastante moderna para la época, con algunas reminiscencias del estilo Bauhaus, había sido afectada por un incendio en 2017.
Rafaela Behrens, una de las socias, y el arquitecto Sebastián Bravo, director de la Oficina Bravo, se encargaron de la remodelación de esta casa con una visión clara: mantener tal cual la mayor parte posible. Los arquitectos siempre tuvieron en mente que no querían que pareciera un lugar totalmente nuevo, sino dejar a la vista su historia: “Se trató de hacer lo más discreto, y respetar lo máximo la arquitectura original. (…) Prácticamente todo lo que se ve en la casa es original, como el piso o los muros”, comenta Rafaela.
También tuvieron en cuenta que estaban transformando un edificio para uso público. Esto implicaba abrir espacios y demoler otros, como ocurrió con el volumen donde hay una sala nueva, o al crear un acceso desde la plaza para abrirse más a la comunidad, o al dejar un patio abierto. “Al crear este patio, no como en la escala de un patio de casa, sino como un espacio público dentro de un centro cultural, el tema de la altura es relevante, el de la luz también y el hecho que vinculara todos los espacios del CCC”, explica Sebastián Bravo.
Ahora su última instalación fue el microcine, que se inauguró este año, pero todavía tienen proyectos en mente. Uno de ellos es instalar en el patio una sala cerrada y en el segundo piso, un restorán. Sin embargo, esto podría tener cambios. “La expansión siempre será nuestra meta, pero el cine al aire libre le ha dado un carácter especial a CCC, entonces ahora nuestras energías están en equipar mejor el patio, darle sombra, mejor de lo que es”, dicen sus fundadoras.
Actividades en CCC
Para Dominga, Rafaela y Catalina es muy importante que el cine esté vinculado con sus vecinos y la comunidad, por esto es que desde antes de que abrieran siempre les informaron qué estaba pasando. Esto permitió crear un espacio de encuentro, donde los vecinos se sintieran seguros de asistir a las actividades que el CCC tiene preparadas para el público, y opinar sobre lo que quieren ver en el futuro.
Los trabajadores del cine escuchan a los vecinos, y son conscientes de la diversidad que existe entre ellos, lo que incide directamente en su cartelera: “Nos importa mucho tener una programación que se siente inclusiva. No es un cine de nicho, hay películas de niños, familiares, cosas más pop, cosas más específicas que no llegan a Chile. Nos gusta la idea de mantener un balance y un equilibrio entre esas cosas desde un lugar muy lúdico”, comenta Dominga.
Además de esto, en CCC están en constante búsqueda de proyectos culturales a los que les puedan dar visibilidad. Esto ocurrió con La Inquieta Librería (@lainquietalibreria), tienda de libros online que ahora tendrá su propio espacio en la Casona Raulí, con una librería comunitaria abierta a los vecinos: “El cine es el centro, pero siempre nos planteamos tener un espacio donde las disciplinas se vayan fundiendo. No queremos ser solo un cine, es un cine que dialoga con las artes visuales, con el teatro, con los eventos, con la música”, reflexiona Dominga.