La primera vez que el arquitecto Max Noguera, de la oficina Max-A Arquitectos (@max_a_arquitectos), llegó a este terreno en el lago Ranco, quedó impactado. “Me presentan el terreno y yo digo: ¡wow! Era increíble, con vista al poniente, tenía unos árboles gigantescos, una quinta de frutales al lado, vegetación densa, boldos, arrayanes… Era realmente un santuario”, recuerda el arquitecto.
Tal como en todos los proyectos de su oficina, el entorno jugó un rol clave desde el inicio. “No solo pensamos en la casa como un objeto, sino que el objeto tiene que tener una relación directa y un arraigo en el lugar. Antes de diseñar y caer en una forma, hacemos que el terreno, sus cualidades y sus variables nos acusen qué es lo que necesita”, explica. A eso se suman como una segunda variable las necesidades de cada cliente, haciendo que cada encargo sea completamente único.
En el caso de la Casa Gordon, como la bautizaron, uno de los objetivos fue “hacerle oda y juego” a este santuario, casi sin impactar el terreno. “Queríamos hacer algo que realmente esté inmerso en este bosque, que se parezca, que tenga una altura que se mimetice con el entorno”, explica Noguera, quien aclara que en sus proyectos nunca mueven tierra ni trabajan con retroexcavadoras que puedan impactar el terreno.
El proyecto partió entonces como lo hacen siempre: creando organigramas espaciales, pequeñas cajitas que contienen los estándares habitables para cada espacio de la casa, que luego van ensamblando como si fuera un puzzle. El primer resultado fue un elemento mayor al área disponible, entonces lo que hicieron fue levantar la casa sobre el terreno a través de un sistema de pilotaje, que hace que toda la naturaleza que está debajo de la casa quede completamente intacta y además permite que el aire circule, regulando la temperatura.
La casa es un rectángulo que por fuera parece un elemento completamente uniforme, pero que por dentro tiene quiebres, volúmenes que aparecen y que separan el área pública de la privada. Además, incorporaron una “doble piel” a través de un palillaje, que recorre toda la fachada de la casa y que no solo sirve para que se mezcle con el paisaje, sino también para tamizar y controlar la exposición solar que viene del poniente, y levantaron el techo, para favorecer la ventilación, hacer que entre más sol durante la mañana y protegerse del sol del poniente. “La casa es como una caja dentro de otra caja”, reflexiona Noguera.
El espacio entre las dos cajas funciona como un área de circulación. “Son los que tamizan la exposición del sol y son los que te entregan esa característica que es muy rica en el sur, que es el estar debajo de un techo en un espacio abierto”.
Además, trabajaron solo con materiales locales y con gente local, un aspecto clave para esta oficina, porque no solo hace que el proyecto completo sea más sustentable, sino también que converse mejor con su entorno. “Tú ves los colores del bosque, las tonalidades, versus los colores de la casa, y se ve una fusión. Lo que queríamos era traer el interior hacia el exterior”, explica Max.