Como se puede suponer por su nombre, la Casa Primeriza es la obra que da inicio al trabajo de la firma Stanaćev-Granados Arquitectos (@stanacev.granados), de la arquitecta serbia Nataša Stanaćev y el arquitecto español Manu Granados, ambos radicados en Chile.
Ubicada en Chorrillos, en la Región de O’Higgins, la casa se emplaza en un terreno costero con dirección poniente y vistas al Océano Pacífico. “Nuestros clientes querían aprovechar al máximo la vida al aire libre y, por lo tanto, uno de sus mayores deseos era que la casa les ofreciera distintas maneras de vivir en el exterior”, cuenta Nataša Stanaćev. Además, querían que la casa tuviera varios ambientes y patios, para distintos usos. Esos dos requerimientos, sumados a las condiciones del lugar, finalmente dieron forma al volumen de la casa y sus diferentes espacios.
Tal como en todos los proyectos de su oficina, el entorno jugó un rol clave desde el inicio. “Para este proyecto nos preocupamos principalmente de que la casa se adaptara a la topografía existente y no perdiera nunca el contacto con el terreno, de manera que siempre hubiese una relación fluida con el exterior”, explican. La casa actúa como un escudo contra el fuerte viento sur predominante en la zona. En contraste, la fachada norte se abre por completo, para disfrutar al máximo las vistas hacia el mar.
El encargo fue casi fortuito: en ese entonces Nataša y Manu vivían en Matanzas y sus nuevos vecinos les pidieron que diseñaran su casa. “La base del proceso creativo fue el diálogo constante con ellos. El ser vecinos nos permitió relajadas reuniones, sin prisas, donde nos fuimos conociendo y pudimos comprender lo que buscaban”, cuenta.
El primer diseño lo hicieron en Chile, pero en la etapa de construcción Nataša y Manu se encontraban en España, hecho que coincidió con el surgimiento de la pandemia COVID-19 y el confinamiento. Como no podían viajar, supervisaban la construcción de forma remota, mediante llamadas y mensajes. “Fue clave anticiparse en cada momento al trabajo de obra. Para ello, a modo de youtubers nos grabamos constantemente para explicar cómo se debía ejecutar cada una de las partidas y los detalles. Pudimos visitar la obra por primera vez cuando ya era una casa habitada”, cuenta.
La casa es principalmente de madera, lo que contrasta con la hermeticidad del zócalo de hormigón, y tiene espacios amplios y abiertos para aprovechar las vistas y la vida al exterior. Además, tiene una terraza principal con orientación norte que es una prolongación directa del interior y que permite conectarse con el jardín.
En el patio, en el interior y en la terraza se puede ver un envigado de madera que unifica estos tres espacios continuos. La fachada poniente, el alero norte y el parrón de la terraza principal, suavizan la luz solar. Todas estas decisiones están planteadas desde el diseño pasivo para tratar de conseguir una arquitectura sustentable.
“Además, el interior también oscuro del primer nivel atenúa la luminosidad al tiempo que enfatiza el paisaje exterior. El blanco satinado del segundo piso lo inunda de matices con los reflejos del mar, la neblina y el soleamiento. Además, planteamos un paisajismo muy orgánico, de bajo consumo hídrico y mayormente nativo, que termina de integrar a la arquitectura en su entorno”, detalla.
Uno de los detalles que llama la atención es la malla de seguridad suspendida que cruza el interior de la casa, como una continuación del piso del segundo nivel. Esta red de pesca se usó como reemplazo de una baranda o pasamanos –que iba a ser un elemento disruptivo con la doble altura y la sala abierta del segundo nivel– y además es una invitación al juego. “Pensamos que la red de pesca cumpliría una doble función: de seguridad sin perturbar la transparencia y sería además un elemento más de uso, una suerte de espacio inestable en el que podrían jugar los niños. Este espacio central abierto y dinámico estuvo desde los inicios en los primeros croquis de la casa”.