Ir caminando al mar es lo que quería una joven pareja cuando pensaron en tener una casa en la playa. Tranquilidad, buen clima y una distancia cercana a Santiago, fue lo que los hizo decidirse por Huentelauquén.
El proyecto de arquitectura estuvo a cargo de Benjamín Goñi Arquitectos en asociación con la oficina Claro + Westendarp arquitectos y comenzó acompañando y aconsejando a la pareja desde la elección del terreno. Para Benjamín Goñi se trataba de algo muy especial, puesto que el encargo se lo hizo un amigo desde la época escolar, con quién mantiene un vínculo desde hace más de 30 años.
El terreno lo adquirieron el 2017 y recién pudieron construir el 2022. Esta demora, por factores externos, hizo que el proyecto fuera tomando forma lentamente y también los ayudó a ir pensando y probando cada detalle, no sólo constructivo sino que también en cuanto a las terminaciones y a la decoración, de la que se hizo cargo Macarena, la dueña de casa.
Gracias al tiempo y a la relación de confianza, cuenta Benjamín, hubo mucho trabajo en conjunto con los dueños en el desarrollo del proyecto. Así se incorporó la idea de tener los espacios comunes con la mayor altura posible, para aprovechar al máximo los metros lineales con vista al mar.
En este caso en particular, “con orientación norte -condición que es muy poco usual- se logra un buen asoleamiento y vista al mismo tiempo. Además estaba frente a un peñón, que bautizamos como “mondongo”, lo que nos pareció muy atractivo del punto de vista del paisajismo, al que luego Nicolás Sánchez daría forma”, agrega Goñi.
El programa de la casa se ordenó en cuatro cajas opacas que contienen los espacios privados como habitaciones, baños, loggia, etc. En tanto las áreas comunes se concibieron en los espacios que quedan entre esas cajas con su techo de mayor altura y de materialidad distinta, donde se encuentran la cocina, el living comedor y la terraza. “De esa manera la idea era trabajar cajas opacas más pesadas y un espacio intermedio más alto, con la calidez del cielo y las vigas de madera laminada”, cuenta Benjamín.
Agrega que parte importante del desarrollo del proyecto también fue armar un equipo de especialistas apropiados, señala Goñi: “ destaco a Nicolás Sanchez como paisajista, Antonia Peón y Matías López como iluminadores, quienes supieron leer muy bien la idea del proyecto arquitectónico”.
Darle vida
A Macarena siempre le ha gustado la decoración, las manualidades, el arte y quiso encargarse ella misma de todo lo que hay en su interior. “Tuve tiempo para encontrar y coleccionar un montón de detalles, Por ejemplo, paseando en el Valle del Elqui encontré unos pájaros tejidos a mano. Hago mucha cerámica, así es que también me di el tiempo de hacer varias caras de animales muy coloridas que puse en una pared de la casa. Me cargaba cómo se veían las caídas de agua de las canaletas de la casa, así es que hice unas gárgolas en forma de rana. Y así fui encontrando y haciendo un montón de elementos que le dan vida y hacen más acogedora la casa”, cuenta. En el mueble vidriado de la cocina Macarena continúa almacenando sus tesoros, cerámicas, platos y tazas que ella misma ha hecho, junto a otros que ha traído de sus viajes.
Macarena seguía en Instagram a la artista norteamericana Michele Poirier Mozzone, quien pinta muchas escenas de piscina y agua. Tenía muchas ganas de tener una de sus obras en esta casa, así es que le mandó un mensaje para adquirir la obra que hoy se luce junto a la chimenea.
Como se trata de una casa de playa, Macarena quiso que toda la quincallería fuera azul. No fue fácil, pero logró encontrar chapas y manillas en ese original tono que también se ve en las sillas del comedor y en el cuadro de Totoy Zamudio del estar.
Recordando todo ese proceso, dice que se entretuvo mucho “no hay nada más gratificante que poder plasmar tus gustos e intereses en tu propia casa”, finaliza.
