Arquitectura

Una casa pensada para volver la vida «extraordinaria»

Enclavada junto a la laguna Llacolén, esta casa proyectada por el estudio de arquitectura Pezo von Ellrichshausen combina fuerza y contemplación en un entorno natural delicado. Un proyecto que crece con quienes lo habitan y que demuestra cómo la arquitectura puede ser, también, un lazo emocional.

En San Pedro de la Paz, una casa de concreto se alza con firmeza sobre un terreno colindante con la laguna Llacolén, en la región del Biobío. Proyectada por el estudio de arquitectura Pezo von Ellrichshausen, se inserta en un entorno natural privilegiado, marcado por una topografía de suaves cerros, cuerpos de agua y humedales que forman parte de un ecosistema en frágil equilibrio. Desde allí, se aprecia la laguna y su cambiante luminosidad, en un paisaje que invita al recogimiento y la contemplación.

Inspirada en una obra previa del estudio —la casa SOLO, construida en España junto a un parque nacional—, esta nueva residencia toma distancia del modelo tradicional sin renunciar a la intimidad. “Aunque con una configuración muy distinta para cada caso, ambas casas tienen un formato equivalente compuesto por un podio y una plataforma apoyada sobre él”, explica Mauricio Pezo. Esta estructura genera un sistema de anillo perimetral, donde los recintos interiores se organizan alrededor de un patio central, como un pequeño mundo hacia adentro.

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La materialidad es precisa y sin excesos. “Es todo de hormigón armado teñido y revestido en madera por dentro. Los pisos son de mármol travertino”, dice Sofía von Ellrichshausen. El resultado es una atmósfera cálida y robusta, en la que la estructura misma de la casa define su carácter. No hay elementos superfluos; todo está pensado para perdurar.

Más allá de su geometría y materiales, esta casa fue pensada como un soporte para la vida en familia. “Como en toda casa, el desafío fue hacer un fondo discreto para la vida cotidiana y que, a la vez, sea un lugar que eleve esa vida, que de algún modo la vuelva extraordinaria”, reflexiona Pezo. Y lo cierto es que la vivienda ha cumplido ese rol con creces. Espacio de encuentro, celebraciones y recuerdos, ha sido escenario de múltiples eventos para esta familia con una intensa vida social, adaptándose con el tiempo y decorándose con objetos y detalles que hablan de quienes la habitan.

Pero más allá de su uso, para los arquitectos tiene un valor aún más personal. “Acaso lo más importante es que esta casa nos regaló unos de nuestros mejores amigos”, dice Sofía. Y es que, como ellos mismos reconocen, “la arquitectura es siempre un objeto subjetivado. No puede ser de otro modo”.

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