Todo partió con un encargo desafiante para el Estudio Alto: proyectar una casa circular, con pocos espacios, pero amplios. Eso es lo que querían los dueños de esta casa, lo que obligó a los arquitectos a partir este proyecto al revés de la mayoría: desde la forma, para luego habitarla. “Esta casa parte del interés por habitar esta forma, casi como una instalación a gran escala, un experimento espacial”, cuentan los arquitectos.
“La forma está inspirada en la geometría sagrada. Es decir, en la geometría que vemos en otras instancias de la naturaleza”, cuenta Tomás Feuereisen, uno de los socios y fundadores de Estudio Alto. “Fue muy interesante proyectar espacios no en base a medidas, ya que ningún espacio es ortogonal (no pensábamos en una pieza de 3 x 4). Lo que hicimos es que este círculo de 12 metros de radio se dividió en 36 gajos y fuimos asignando gajos a cada espacio: tres gajos para esta pieza, un gajo para el baño, y así sucesivamente”.
La estructura base de la casa es de acero, hormigón y madera y gran parte de esta estructura se fabricó fuera de la obra, en una maestranza de fierro, para luego montar en el sitio. “El montaje fue un gran desafío, ya que las piezas tenían que calzar entre sí como el mecano que teníamos dibujado”, explica Tomás.
Y en el interior trabajaron con piedra, mármol travertino y madera, solo materiales nobles, que es lo que querían los dueños de casa. De hecho, las 36 vigas de madera del interior son de pino Oregon macizo de 12 metros de largo, y se mandaron a fabricar en el sur de Chile. “Hacia el interior nuestra inspiración era generar espacios amplios, luminosos y descomprimidos. En el estudio estamos siempre buscando la medida precisa entre la forma, la funcionalidad y lo que hace única cada casa. Cada persona habita distinto, cada lugar es distinto, por ende cada proyecto responde a una serie de factores que lo hacen único”, cuenta Feuereisen.
Otro punto importante para los dueños de casa era lograr la máxima eficiencia energética. Por eso, en la Casa ACFA, como la bautizaron, reciclan las aguas grises, negras y lluvias para regar, y también se instalaron paneles fotovoltaicos para la energía eléctrica, una planta de tratamientos de agua y se le dio mucho énfasis a una buena aislación, para que la casa “actuara como un termo”.
Para aprovechar las vistas al máximo, todas las piezas miran hacia afuera y tienen salida hacia alguna de sus tres terrazas. Solo queda en el centro de la casa la sala de cine, que se ilumina a través de la piscina que está en la cubierta, justo sobre ella y a la altura de las copas de los árboles.
Además de la luz y lo abarcable que se siente la casa, a pesar de tener 450 m2, a los dueños les encanta la relación que tiene el interior con cada rincón del territorio en el que está emplazado. “La cocina mira a un bosque donde viene un zorro a visitar, el living y el comedor ven la puesta de sol en el mar en invierno, la pieza principal se fuga a un valle de cerros y quebradas, los dormitorios tienen un pedacito de naturaleza muy distinto uno de otro y las terrazas viven atmósferas totalmente distintas”, cuentan los arquitectos. “Finalmente, como arquitectos, ese es el acierto más grande: que la casa además de funcionar y solucionar el habitar y los temas cotidianos, nos entrega una experiencia en sí misma del lugar donde está emplazada”.