El 1 de julio se inauguró la octava edición del Festival des Cabanes, en Annecy, Francia, un encuentro que combina arquitectura y paisaje a través de la instalación de “cabañas” o miradores del paisaje de los Alpes, en distintas comunas alrededor del lago.
Y este año, la oficina chilena DRAA, del arquitecto Nicolás del Río, fue seleccionada para participar en este evento. “La escala pequeña de la arquitectura siempre ha sido tema de interés para nosotros, partimos nuestros primeros proyectos con refugios en la montaña y hemos intentado siempre estar atentos a esta tipología”, cuenta Del Río sobre el interés de la oficina en participar de esta instancia. “En esta escala pareciera ser todo más crítico, más urgente, más necesario. Las faltas de rigor son más evidentes, molesta lo que sobra”.
La propuesta de DRAA (@draa_arquitectura) nació a partir de los techos del sur de Chile, sobre todo de las estructuras que se pueden ver cerca de Frutillar, donde vive Nicolás. “Viviendo en el sur, pero venido de Santiago, se hace bien evidente de que hubo, y todavía hay, una fascinación en esta zona por los techos en general. Primero, como una respuesta obvia al clima, pero también como un pequeño campo de juego y exploración, donde desde lo más vernáculo se ve expresado con fuerza por los techos, en galpones y casas”, explica el arquitecto. Esa fascinación se ve también en escalas más pequeñas: estructuras que cubren señaléticas, basureros, entradas, “y a veces incluso en la mitad de los campos, con una función difícil de adivinar”.
Uno en particular llamó la atención de Nicolás: en un camino cercano a Frutillar hay una estructura con un pilar desfasado del centro. “Ahí hay varias decisiones muy interesantes que me llamaban la atención, desde el por qué hasta lo bien logrado”.
Para el Festival des Cabanes, las estructuras tienen que ser de madera, hechas con un presupuesto muy bajo y ejecutables por el equipo ganador en un máximo de dos a tres semanas. La propuesta de DRAA, a cargo de Nicolás del Río, Felipe Camus, Nils Hayoz y Clement Estricher, se puede ver hasta el 15 de noviembre, después de eso se desarma. “Lo interesante es que los sitios de construcción de cada una de las estructuras están repartidos a varios kilómetros unos de otros, en terrenos privados. Son grandes campos productivos y bosques, que deben quedar habilitados por estos meses para ser visitados libremente por quien quiera. Esto produce una apertura de los límites típicos, que permite recorrer lugares que normalmente se ven a distancia, pero a los que no se tiene acceso”, dice Nicolás.