Arquitectura

Pezo von Ellrichshausen: “Lo que nos interesa es promover una forma de mirar el mundo sin prejuicios ni pretensiones”

Los arquitectos, que acaban de recibir el premio a la Obra del Año 2024 por la Casa Luna, trabajan juntos hace más de 20 años, a medio camino entre la arquitectura y el arte. Conversamos con Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen sobre su práctica, carrera y nuevos proyectos.

La vida y el trabajo de los arquitectos Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen, de la oficina Pezo von Ellrichshausen, se entrecruzan sin distinciones desde hace más de 20 años, cuando se conocieron en Buenos Aires. “Desde que nos conocimos no hemos hecho otra cosa que compartir ideas y ver cómo se podrían construir”, dicen.

Desde su taller en el sur han construido proyectos en Chile, España, Corea, Francia y Reino Unido, sin distinciones disciplinares, cruzando entre arte y arquitectura, haciendo “arquitectura artística” y “arte arquitectónico”.

En estos más de 20 años, el trabajo del estudio ha sido distinguido con el Premio Emergente Mies Crown Hall de America del IIT (Chicago, 2014), el Premio de la Rice Design Alliance (Houston, 2012), el Premio de la V Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo (Montevideo, 2006), el Premio de la XV Bienal de Arquitectura de Chile (Santiago, 2006) y el Premio Regional de Arquitectura (Concepción, 2014).

Con la Casa Luna, un edificio que definen como grande y pequeño a la vez, situado a los pies de la Cordillera de los Andes, se acaban de ganar el premio a la Obra del Año 2024 entregado por la plataforma Archdaily en español. “Decir que esta colección de bloques de hormigón es una casa sería demasiado simple. Decir que es un museo sería demasiado humilde. Al margen de su carácter secular, este grupo de edificios es más bien un claustro. Tiene un perfil severo (una vez más), una huella cuadrada dividida por una cruz asimétrica, con habitaciones en el perímetro y en su núcleo”, explican.

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En ED conversamos con Mauricio y Sofía sobre su trayectoria, el trabajar juntos y la arquitectura hoy.

 

Su primer proyecto juntos fue la Casa Poli, reconocida como “una declaración de principios”. ¿Cómo ha evolucionado su trabajo desde entonces?

Sofía (S): “Poli es una obra muy temprana, aún en nuestros veintes. Acaso por pura ingenuidad o irresponsabilidad, que algunos justificarían con la falta de experiencia, es un proyecto radical que sin duda ha marcado nuestra vida juntos. Y digo nuestra vida juntos, porque desde esos comienzos hasta hoy nunca hemos entendido la separación entre vida y trabajo, entre producción y contemplación, entre autoría individual y compartida. Dada las actuales crisis humanas, nos sigue pareciendo relevante defender una forma de vida radicalmente simétrica y sincrónica. Creo que la equidad de fondo no es un asunto de género, ni siquiera de educación”.

 

Pezo (P): “Me parece importante subrayar esa ingenuidad. Aunque Poli la pensamos hace 20 años, nos hemos esforzado por ser leales a nuestra ignorancia original. De hecho, nuestra forma de trabajar sigue siendo igual de íntima y solitaria. Hacemos muy pocas obras a la vez. Ahora, por fortuna, con el apoyo de equipos locales de cada país. Pero la mirada sencilla, idealista, ciertamente romántica, sigue guiando lo que hacemos y lo que pensamos. Esta puede ser una paradoja sin solución; uno ve para conocer, pero, a la vez, uno reconoce en el mundo aquello que de algún modo ya sabe. 

 

S: Por supuesto, todo resulta más lógico en retrospectiva. Ahora que Poli y Luna existen en el mundo, ahora que ya son parte tanto de nuestra experiencia cotidiana como de nuestros recuerdos, resulta fácil leer continuidades formales, materiales o estéticas. En todo caso, lo que me parece aún más valioso es identificar una suerte de ética arquitectónica, es decir, de un valor humano asociado a la crudeza, la imperfección o la sencillez.  

Llevan más de 20 años trabajando juntos. ¿Cómo es trabajar en pareja para ustedes?

S: Creo que trabajar juntos ha sido siempre muy natural. De hecho, desde que nos conocimos en Buenos Aires no hemos hecho otra cosa que compartir ideas y ver cómo se podrían construir. No nos conocemos de otro modo. Por eso es difícil imaginarnos sin tener algo que hacer. Nuestra práctica es más bien un oficio, un trabajo que hemos aprendido sobre la marcha, haciendo “siempre lo mismo, pero nunca igual”, como diría un poeta argentino.

 

P: En nuestra monografía El Croquis escribimos un ensayo sobre esto. Con el título De A a B, el ensayo intenta, por un lado, desmitificar la indiferencia frente a la autoría de una obra de arte y de la obsoleta distinción entre objeto y sujeto. Por el otro, proponíamos una revisión del paradigma individual en la concepción de la obra. En nuestro caso, siempre ha sido una autoría doble, casi como una bestia bicéfala, entendida como la unidad social básica. Por ello escribimos, pintamos, dibujamos o hacemos clases juntos, usando la obra como una manera de contarnos cosas, de hacernos preguntas mutuas.

¿Cómo es el proceso de un proyecto de Pezo von Ellrichshausen? Desde el encargo, hasta la ejecución. ¿Cómo nace?

S: Es muy simple. Primero llega una motivación, que puede ser el encargo de un tercero o un auto-encargo. Luego nos sentamos a la mesa, comemos algo y conversamos sobre las posibilidades que intuimos para el caso. No hay mucho más en la mesa. De hecho, nunca tenemos libros, o imágenes de referencia, nunca usamos conceptos ni metáforas. Sólo tomamos notas en un pequeño cuaderno (hasta ahora hemos llenado 239 cuadernos de 200 páginas). Hacemos algunos bocetos, pero nada muy resuelto. Y esto se repite por varios días, en varios momentos, dependiendo de lo otro que estemos haciendo. A veces lo dejamos olvidado por varios días, nos dedicamos a terminar una pintura o un texto. 

 

P: Luego nos volvemos a sentar a la mesa y pensamos nuevos dibujos. De esto no salimos hasta no dar con algo que tenga sentido, algo más o menos lógico. Teniendo eso en mente, nos dedicamos a dibujar una planta. El salto entre intenciones y medidas es lo más difícil. La planta es una abstracción de la realidad, acaso lo más delicado que le toca hacer a un arquitecto, y que luego desaparece, aunque no por completo, cuando la obra se construye. Lo que viene luego de pensar una planta no es más que un proceso técnico, para lo cual hay muchos manuales y especialistas. El proyecto de arquitectura, tanto como el proyecto de una pintura, radica en un dibujo. Pero no en un trazado técnico sino en una imagen mental, en un plano imaginado.

Carencia, precariedad, son palabras que se repiten a lo largo de su trabajo. En sus obras se ven materiales modestos, técnicas más precarias y trabajo con mano de obra local. “Esa precariedad no tiene por qué ser una carencia”, han declarado. Esa precariedad, probablemente tan propia de nuestra región/territorio, ¿ha sido determinante en el desarrollo de su trabajo?

S: Parte de la ética arquitectónica a la que me refería comparando Poli con Luna, se traduce en la manera de construir. Cuando inauguramos Poli escribimos un ensayo titulado 89,91, es decir, un grado más y uno menos que 90, el ángulo recto asociado con la racionalidad moderna. Este ensayo temprano nos sirvió para establecer las bases de una “estética de la imperfección”, no sólo de las cosas en bruto sino de aquellas que no necesitan ser terminadas para reparar en lo que dicen. Leído hoy, creo que resuena aún más profundo. Lo que nos interesa es promover una forma de mirar el mundo sin prejuicios ni pretensiones. 

 

P: Siempre hemos creído que el arte, la arquitectura incluida, no es otra cosa que un dispositivo intelectual. Tradicionalmente, se acepta que tanto una casa como una pintura nos dejan mirar el mundo. Y esto está muy bien, pero no me parece suficiente. En el fondo, una casa o una pintura, así como un poema o una canción, nos dejan estar en el mundo. No es sólo un problema visual sino existencial. Es así de simple para nosotros, la arquitectura es algo que hemos inventado para vivir en el mundo, para vivir más allá de nuestra condición biológica, que es algo que compartimos con otros animales que no se preguntan por lo que harán mañana o por lo que pueden llegar a ser.

S: Por eso no entendemos la precariedad como un factor negativo sino como una expresión de un estado de cosas. Si dibujamos una línea recta en el mundo digital, por más que la dibujemos cien veces, siempre será igual de perfecta. Si la dibujamos a mano, cada una es un registro de un momento único e irrepetible. Lo mismo se puede leer en Poli o Cien o Luna, cada obra artesanal es la expresión de un esfuerzo profundamente humano por hacer una línea recta, que es de hecho imposible hacer, humanamente imposible.

 

P: Esta ética, acaso primitiva y universal, es lo que seguimos explorando en obras en Estados Unidos, Italia o Corea. El rango técnico es sin duda variable, pero la expresión humana es más bien transversal. Tal vez la diferencia entre Chile y Corea radica en la noción de factura. Acá tenemos habilidades (skill), allá artesanado (craft). En ambos casos, la obra de arquitectura se convierte en un documento concreto, en una historia sólida, que busca resistir el paso del tiempo.

¿Cómo definirían la arquitectura de su estudio?

S: Desde que nos conocimos hemos estado pintando y dibujando, haciendo arte y arquitectura. A medio camino, nos dimos cuenta que no teníamos por qué aceptar las categorías institucionales que dictaminan quién es quién, o quién hace qué. Por eso comenzamos a pintar arquitectura, sobre proyectos teóricos o sobre casos específicos que estábamos desarrollando. Pero también seguimos haciendo pinturas sobre pintura o arquitectura en el linde de la escultura, sobre todo en pabellones temporales. De algún modo, nos entretiene la posibilidad de hacer arquitectura artística y arte arquitectónico.

 

P: Estamos terminando la edición de nuestro tercer libro ensayo, luego de Spatial Structure y Naive Intention. Este nuevo libro, titulado Window Wall, se refiere a la tensión perceptual entre fondo y figura, explicando a la vez la reciprocidad entre pintura y arquitectura. Este problema básico del arte que nos ha quitado el sueño por años; el punto que media entre solidez y transparencia, entre interior y exterior, superficie y espacio, ficción y realidad.

¿Cuáles creen ustedes que son los desafíos de la arquitectura hoy?

S: Aunque hoy parezcan más urgentes, creo que los desafíos actuales de la arquitectura son los mismos de siempre. La arquitectura es el único invento humano para vivir en el mundo. La arquitectura es sólo un lente de aumento.

 

P: El problema es que hoy hay más mundos que nunca, y que aquellos mundos banales, obscuros o sin salida no se resuelven con un buen edificio. Por ello, claro, es un lente, pero también espejo.

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